miércoles, octubre 13, 2010

Las cabras de Tanit


Después de las terribles jornadas de fuego en Benirrás, aludí de pasada a las cabras como una solución o al menos como una tarea complementaria que ayudaría a limpiar el bosque con métodos naturales y mucho más eficaces y baratos que mediante maquinaria.
Tuvo algunas repercusiones. Varios comentarios hablan de utopía, otros mucho más informados hacen referencia al gran proyecto hispano-portugués de asentar grandes rebaños en la frontera, zona delicada y proclive a los incendios, unas 150.000 cabras pastoreadas a lo largo del año en estas extensas superficies repletas de vegetación.
Quizás podríamos hablar un día del proyecto Duero-Douro. Es apasionante.
Otros simplemente sacaron el tópico jocoso de la cabra de la Legión, ignorando que esta prestigiosa unidad (¿o es un cuerpo?) de nuestro Ejército ya no suele usar la cabra, sino un carnero. La última cabra legionaria que he visto ha sido en El Aaiún, 1975, algo fácil de entender cuando en la ciudad campaban libremente las cabras comiendo los papeles y las pieles que pudieran encontrar en plena calle.
Yo no me reiría de la cabra. Y me encanta que mis artículos tengan feedback, ya que incluso, como en este caso, me alienta a ampliar algún aspecto del tema y además en un plano puramente anecdótico nos confirma una vez más que los columnistas de más de medio siglo, ni que sea para no agravar nuestra artrosis, no solemos lanzarnos sin red. Uf, no, por nada del mundo.
La cabra no está loca, es valiente y tiene unas pezuñas especializadas para agarrarse en superficies deslizantes. ¿Acaso no habéis disfrutado de las piruetas de las cabras refugiadas en es Vedrà? Ascienden a velocidad nerviosa y saltarina hasta casi cien metros en apenas unos cuantos brincos.
La cabra es un animal casi sagrado, mejor aún, casi divino, pues dio la vida a Zeus en unas cuevas muy parecidas a las de es Vedrà, pero en la isla de Creta. Zeus no era un don nadie, era el equivalente a nuestro Baal, el jefazo del Panteón.
El niño Zeus salvó la piel de milagro, porque su padre Urano (Cronos) como es sabido se iba tragando a sus hijos a medida que iban naciendo. Su esposa Rea ya estaba un poco cansada de tanto parto inútil y maquinó una forma de salvar a Zeus, al que dejó en manos de Amaltea, una cabra generosa en una cueva del Monte Ida, Creta.
No en vano ´amalthea´ en griego clásico significa ternura. Ternura, maña e imaginación la de la mitología clásica, que fascinó a los pintores renacentistas, y por esa razón se puede ver en los principales museos del mundo al infante Zeus pintado con una ninfa y una cabra, la que le nutrió hasta convertirlo en un temible mozalbete.
Así que pocas bromas con la cabra. Yo mismo y mis dos hermanos pequeños pudimos campar en nuestra infancia gracias a dos cabritas que nos regalaban vasos llenos de leche, que mamábamos –bebíamos– recién ordeñados. Manjar de dioses.