sábado, marzo 14, 2009

Lo quieren todo incluido


Desde que se comenzó a vender Ibiza bajo la modalidad de all Inclusive o todo incluido se levantaron voces quejándose y con toda razón. Incluso en zonas como el puerto de San Miguel hubo conatos de manifestación organizada, con reparto de octavillas, camisetas y reuniones.
Los que vivimos de Ibiza y en Ibiza esperamos venderles algo. Pero el turista queda recluido desde que sale del aeropuerto de Düsseldorf. En la agencia les regalan una toalla de playa, en el avión les dan un pack de cremas, y cuando llegan al hostal los numeran como si fueran vacuno (o porcino, según el caso) y ya no salen más a respirar el aire exterior en una semana.
Los turistas vienen a Ibiza, pero como si no.
El todo incluido tiene su sentido en sociedades o en lugares donde no se puede planificar la jornada ni hacer una vida normal en la sociedad que se visita. Hay zonas de Brasil y del Caribe en las que un turista es acosado, timado cuando no agredido y robado en pocos minutos.
El turista no busca esta aventura ni quiere correr peligros, no al menos este tipo de turista. Por ello, en los resorts se les proveyó de una tarjeta, una pulsera o cualquier otra contraseña, para asegurarle el abastecimiento y manutención en la tranquilidad del hogar.
Este turista vive encastillado, rodeado por las murallas o las alambradas del ressort. Prefiere ahorrarse la posibilidad de aventura para ganar en seguridad y en previsión.
Desde luego, el turista empotrado en el hotel y el clubber son especímenes bien distintos, casi opuestos. La pena es que todos quieran tomar sus vacaciones en julio y agosto.
Nos deberíamos preguntar qué diablos ha pasado en Ibiza para explicarnos por qué motivos los acomodados burgueses europeos demandan una plaza blindada, renunciando a la excitante variedad de chiringuitos, restaurantes, tiendas o supermercados. ¿Estamos haciendo algo mal, reincidimos en algún error insuperable?
Esta técnica comercial no sería reprobable ni es sancionable en un sistema de libre mercado. Cada cual puede invertir su dinero de la forma que mejor le plazca.
El caso es que la economía europea y mucha más la española no son realmente libres. Quizás ninguna conocida. El intervencionismo es una tentación demasiado fuerte y apenas se restaura o se construya algo nuevo que no disponga de subvenciones de algún tipo.
El caso de los hoteleros es clarísimo: se ha sustituido la promoción privada y gremial del Fomento de Turismo por carísimas campañas pagadas con dinero del contribuyente.
Y cada vez exigen más: se promociona con dinero público, pero los beneficios de la inversión repercuten en reductos cerrados.

Diario de Ibiza, 14.3.2009