miércoles, septiembre 26, 2012

Tiempos de algarrobas



En una reunión de varios ibicencos de cierta edad a veces se deja caer una expresión cargada de misterio: temps de ses garroves. Quien no esté avisado puede quedar flotando buscando en su mente un asidero donde anclar una referencia firme. Pero los ibicencos, que ya hemos olvidado la expresión s'any des tro (referida a la explosión del Polvorín en Dalt Vila) sabemos muy bien a que época reciente nos referimos. La algarroba, sufrida y bendita, seguramente salvó muchas vidas en la década de los años 40, al finalizar la terrible guerra civil (1936-39), cuando la hambruna se apoderó de las islas.
Afortunados los payeses que podían extraer de las tierras algunos frutos, algunas proteínas, para apaciguar las mordeduras del hambre.
Aquellos fueron los años de las algarrobas. Es temps de ses garroves. Evidentemente, un árbol tan antiguo en las riberas del Mediterráneo (que por cierto crece muy bien en Argentina) no es alguien recién invitado al banquete, rudo, contundente banquete. Aquellos primeros fenicios debieron importar y sembrar algarrobos en todas sus colonias, entre las cuales Ibiza era una de sus preferidas. Si nos fijáramos en la ribera Norte, en Grecia, Ragusa, en las costas Italianas o en las islas griegas, en Sicilia, Córcega, Cerdeña... encontraríamos amplias plantaciones de estos frutales, aunque tienen mala imagen.

En Ibiza, dicen los payeses –que son los fenicios supervivientes a mil perrerías durante 2.000 o 2.500 años–, nos explicaban que es mejor no quedarse dormido bajo la sombra del algarrobo, porque es un árbol maléfico. Hoy pienso que es un árbol maravilloso, en cuya corteza rugosa se mimetizan las salamanquesas, las lagartijas y todo tipo de pequeños artrópodos. Y por supuesto las serpiente cuando las ha habido. Cuidado con hurgar a ciegas en los troncos vacíos de los algarrobos y de los olivos: suelen ser nidos de culebras y la isla, una vez perdida el aura de la diosa Tanit, está rebosante de culebrillas y alguna víbora.

El fruto es delicioso, dulzón, con azúcar natural y unas pocas proteínas. Ya lo creo que alimentaban. Hoy se preparan tartas y pasteles con la pulpa gomosa de la algarroba, pero en aquellos tiempos de hambre canina, también se apañaban con algún guiso de hierbas y las semillas (garrovins) que solían denominar cuinat de garrovins.
Los garrovins tienen no pocas propiedades y también se consumían los garrovins bullits (hervidos). Quiero imaginar que eran alimenticios y deliciosos, quizás menos que la soja, pero de una forma algo parecida. Las algarrobas finas (fines) se comían como fruta, atendiendo a su calidad dulce, pero astringente. Pero ¿quién pensaba en esto, en plena penuria de alimentos?

Hoy parece que están por volver los tiempos de las algarrobas, aunque Ibiza se defiende bien con el subturismo. Incluso en el precio: las algarrobas han subido sustancialmente de precio y esto ha de alegrar a los pocos ibicencos que prestan atención a los frutales de la isla, que se están muriendo de aburrimiento. Quizás fuera prudente mimar nuestros frutales, por si acaso.