No podemos encerrar a los hooligans, a los clubbers, a los jóvenes ingleses, dice el jefe de los hoteleros, Juanjo Riera. Ya sabe lo que dice, ya. Pero como toda aseveración tiene varios niveles de comprensión, yo me atrevería a decir que sí, que podemos encerrarles, y que imposibilitar que se salte de los balcones no es encerrarlos y además que a los clubbers les encanta estar presos en un recinto, siempre que haya botellitas de agua, pastillas para colocarse y música a tope.
¿Podemos encerrarles? Evidentemente no. Por eso las puertas permanecerían abiertas. Pero estamos hablando de los balcones con barandillas al exterior (los hoteles más añejos todavía tienen hermosas balaustradas). Estas barandas parecen hechas para gente sensata y bajita, y de esa ya queda poca: los europeos de hoy en día suelen ser patilargos y con serias descompensaciones de carácter cuando consumen cositas. Desde luego, la balaustrada, tan cálida en el Caribe y tan hermosa en Ibiza, es elegante y servía a turistas viajeros con personalidad estable. La balaustrada presenta unas innegables cualidades estéticas, pero requiere una necesidad de estática en el usuario. Quien se asome tambaleante –y eso nunca puede descartarse en un vacacionista del siglo XXI– puede acabar convertido en una silueta litográfica en el mármol de la piscina o del patio.
Cuando se dice que Ibiza es una isla construida al tamaño del hombre, se quiere decir que está construida a la medida del hombre bajito. Las casas payesas, las balaustradas de los hoteles, las literas de los barcos, los barcos mismos, eran útiles en tanto y cuanto los tripulaban seres astutos, bajitos y fugaces. Lo pequeño no sólo es hermoso, es muy funcional. Pero hoy nos las tenemos que ver con estos enormes varales de metro noventa, delgaduchos y con granos, cargados de pastillas, que brincan como saltamontes a las tres de la madrugada y pretenden hacerse con el hotel saltando de pretil en pretil. ¿Pasamanos a mí? Para nada, y se lanzan. Y se caen. Y se estrellan.
Quizás sea tanto culpa de la estatura como del tamaño de la merluza o cogorza o colocón. Pero el hecho es que tenemos un problema, que el tortuoso Youtube magnifica hasta el infinito. Sí, debemos remodelar urgentemente estos balcones o terracitas, bloqueando toda abertura que pueda ser susceptible de uso en Lanzamiento de Colocado a la Piscina. No veo otra, y además no sería excesivamen-te costoso. Esto no es encerrarles, mi querido Juanjo, esto es como poner una tapadera a un pozo o hueco a ras de suelo. Tapiar las zonas potencialmente peligrosas. Que usen las puertas a discreción, pero no las rejas de la balconada.
A los ´clubbers´ –ya lo digo en registro de broma–les encanta estar encerrados. Pagan unas entradas astronómicas para pasar toda la noche encerrados, respirando humos, brincando y saltando en las discos. La encerradura es su hábitat natural. Les encanta encerrarse. Pagan cualquier cosa para poder permanecer encerrados y que nos les encuentre mamá.
No es la primera vez que este tema nos roba las portadas. Hogaño, la prensa internacional ha colocado a Ibiza, injustamente, como líder en los saltos a la piscina. Todo lo que hagamos, promoción, vídeos, etc. no hará otra cosa que agravar el problema. Es mi opinión, pero comprendo que haya otras que consideren exactamente todo lo contrario.
Mal vamos si tenemos que destinar el dinero de nuestros impuestos a explicarles que beber salfumán, tirarse de un tercer piso o chocar de frente en la autovía es poco recomendable para la salud.
¿Podemos encerrarles? Evidentemente no. Por eso las puertas permanecerían abiertas. Pero estamos hablando de los balcones con barandillas al exterior (los hoteles más añejos todavía tienen hermosas balaustradas). Estas barandas parecen hechas para gente sensata y bajita, y de esa ya queda poca: los europeos de hoy en día suelen ser patilargos y con serias descompensaciones de carácter cuando consumen cositas. Desde luego, la balaustrada, tan cálida en el Caribe y tan hermosa en Ibiza, es elegante y servía a turistas viajeros con personalidad estable. La balaustrada presenta unas innegables cualidades estéticas, pero requiere una necesidad de estática en el usuario. Quien se asome tambaleante –y eso nunca puede descartarse en un vacacionista del siglo XXI– puede acabar convertido en una silueta litográfica en el mármol de la piscina o del patio.
Cuando se dice que Ibiza es una isla construida al tamaño del hombre, se quiere decir que está construida a la medida del hombre bajito. Las casas payesas, las balaustradas de los hoteles, las literas de los barcos, los barcos mismos, eran útiles en tanto y cuanto los tripulaban seres astutos, bajitos y fugaces. Lo pequeño no sólo es hermoso, es muy funcional. Pero hoy nos las tenemos que ver con estos enormes varales de metro noventa, delgaduchos y con granos, cargados de pastillas, que brincan como saltamontes a las tres de la madrugada y pretenden hacerse con el hotel saltando de pretil en pretil. ¿Pasamanos a mí? Para nada, y se lanzan. Y se caen. Y se estrellan.
Quizás sea tanto culpa de la estatura como del tamaño de la merluza o cogorza o colocón. Pero el hecho es que tenemos un problema, que el tortuoso Youtube magnifica hasta el infinito. Sí, debemos remodelar urgentemente estos balcones o terracitas, bloqueando toda abertura que pueda ser susceptible de uso en Lanzamiento de Colocado a la Piscina. No veo otra, y además no sería excesivamen-te costoso. Esto no es encerrarles, mi querido Juanjo, esto es como poner una tapadera a un pozo o hueco a ras de suelo. Tapiar las zonas potencialmente peligrosas. Que usen las puertas a discreción, pero no las rejas de la balconada.
A los ´clubbers´ –ya lo digo en registro de broma–les encanta estar encerrados. Pagan unas entradas astronómicas para pasar toda la noche encerrados, respirando humos, brincando y saltando en las discos. La encerradura es su hábitat natural. Les encanta encerrarse. Pagan cualquier cosa para poder permanecer encerrados y que nos les encuentre mamá.
No es la primera vez que este tema nos roba las portadas. Hogaño, la prensa internacional ha colocado a Ibiza, injustamente, como líder en los saltos a la piscina. Todo lo que hagamos, promoción, vídeos, etc. no hará otra cosa que agravar el problema. Es mi opinión, pero comprendo que haya otras que consideren exactamente todo lo contrario.
Mal vamos si tenemos que destinar el dinero de nuestros impuestos a explicarles que beber salfumán, tirarse de un tercer piso o chocar de frente en la autovía es poco recomendable para la salud.