sábado, abril 16, 2011

El mayor crecimiento de Baleares



En los años 80 comenzamos a acostumbrarnos al uso de los superlativos. Un récord sucedía a otro. Encadenábamos éxitos o eso nos creíamos.

Como yo empecé a escribir un Anuario estando ya sumidos en otra crisis (1982-1983) queda fácilmente demostrable mi pasmo, mi preocupación por el futuro errático de Ibiza.

Mucha gente no aceptaba estas llamadas de alarma, como tampoco las acepta hoy, pero como en paralelo yo estaba publicando varios libros donde dignificaba (deificaba, podría decir incluso) los orígenes divinos mitológicos de nuestra Ibiza, una cosa iba con la otra y a veces por la otra.

Éramos una minoría los que reclamábamos un uso racional de nuestros recursos. Yo lo veía ya desde el primer día en que empecé a escribir, en enero de 1972: Ibiza no duraría mucho, se la atacaba de forma inmisericorde, sin tino ni mesura. No gustaba nada eso a algunos caciques que siempre han tomado la isla como un solar de su propiedad, aunque no lo sea.

Cuando hace unos años un equipo de géografos y economistas –creo recordar que uno de ellos era el catalán Ros Hombravella, perdón si me equivoco– afirmó en una conferencia en la isla que para mantener a los dos millones de turistas nos gastábamos cada año 7 veces lo que podía producir la isla no me extrañé lo más mínimo. En realidad, las cifras quizás no sean exactas, pero nos estamos puliendo dos veces lo que puede producir el planeta, 3 veces lo que puede producir España, y sobre Ibiza ya he dicho la proporción. Una locura, por eso Ibiza está así y no tiene forma de maquillarlo ni de disimularlo.

Una locura insoportable e insostenible.

Pero se trata de eso y de mucho más, porque una de las primeras consecuencias de este crecimiento exacerbado, desbocado de hecho, es un aumento demencial de la población residente. Un crecimiento especulador (burbuja inmobiliaria) de gravísimas consecuencias urbanísticas, sociales y humanas. Y un funcionamiento sesgado en el cual es imposible que no exista la colaboración interesada de los políticos y de las navieras, gravando el coste de la insularidad sobre la espalda de los residentes.

A pesar de estos desequilibrios estructurales, los jóvenes trabajadores, gratamente sorprendidos por el crecimiento alocado de Ibiza (ya digo, en la manera de crecer y por el ritmo del crecimiento), ellos mismos acabaron comprando el piso que estaban construyendo. Total es crédito, y el crédito es barato y para siempre. Qué burbuja, qué tomadura de pelo, qué destrozos para la islita.

Así, el Diario de Ibiza publicaba el 21 de enero del 2007 que las islas Pitiusas «han aumentado un 45% su población desde 1996». Naturalmente, «el mayor crecimiento de Baleares». 

Así, la población total sumaba 121.865 personas. Euforia desbocada, nadie reparaba en la crisis monstruosa que ya nos tenía atenazados. Era 2007, pero esperen porque no he terminado. No hemos terminado, inexplicablemente seguimos creciendo.