miércoles, abril 13, 2011

De la emigración a la inmigración



Durante la primera mitad del siglo (XX) Ibiza estaba hecha a la emigración, era un fenómeno habitual y del que rara vez escapaba ninguna familia. 

En general, al menos un hijo de cada generación debía asumir la responsabilidad de abrirse camino cruzando el mar para conseguir liquidez que, no pocas veces, ayudaba a nutrir a sus familias ancladas en Ibiza o Formentera.

Desde entonces podemos decir poéticamente que las estelas de la emigración en el mar crearon toda una mitología en la misma Ibiza, se importaron comidas, plantas, nombres, canciones, algún hábito, chistes, locuciones y muchas historias que no tardaron en prender y socializarse, pues Ibiza era una sociedad que transmitía la cultura oral de una forma automática y agradecida.

De manera que llegamos a finales de los años 50 y todavía muchos ibicencos emigraban a Cuba, Argentina, Venezuela, México, Brasil, Perú. Y muchos de ellos jamás han regresado.

Súbitamente todo cambió. El desarrollismo, la televisión, los Planes de Estabilización de 1959, el crecimiento sustancial de la burguesía europea introdujeron una nueva actividad que sería revolucionaria y que en pocas años barrería la sociedad tradicional, la Ibiza rural, la paz, la calma y el aislamiento.

De los 60 en adelante, Ibiza cesa en su flujo emigratorio, pero comienza un vigoroso proceso inmigratorio. Se invierte la mecánica. Al principio serían muchas remesas de españoles (murcianos, andaluces, valencianos, catalanes) las que trastocaron el ritmo migratorio. De exportar fuerza de trabajo comenzamos a importarla y llegó a ser tan acuciante la necesidad de nuevos brazos que incluso los empresarios de Ibiza salían por la costa levantina a convencer y a contratar a trabajadores. Cuadrillas de trabajadores.

Cualquier ibicenco de cierta edad recuerda esto que cuento perfectamente.

Salvados los años 70, incluso superando la fuerte crisis de 1973, y ya en los años 80, Ibiza siguió creciendo de una manera caótica, tanto por la cantidad cuanto por las formas. Tanto por la brutal especulación como por la intensidad de la misma.

Es en los 80 cuando en Ibiza se acrecienta la sensación de agobio, de saciedad, de caos, de carencias de servicios, de incomodidades extremas.

No era solo una sensación, era una realidad, se creció mucho y bastante mal y curiosamente los únicos que no aceptan este hecho son los autores que perpetraron las calamidades encadenadas (y todavía seguirían o seguirán cuando tengan oportunidad).

Pues bien, visto desde hoy, todavía nos quedaba lo peor: los años 90 y la primera década del siglo XXI. Las opiniones son libres, pero las cifras no tanto y lo veremos en cifras.