Cuando ardió Benirrás, propuse el pastoreo caprino o lanar para desmochar el monte bajo y romper la continuidad vegetal, que tan nefastos resultados da cuando se levanta una chispa. (Ya sé que debo un artículo final sobre el tema).
Pero en vista de lo que hay, más que los ibicencos dedicarnos al pastoreo, creo que los políticos nos pastorean a los ibicencos, supongo que por lo mansos que hemos resultado, tras unas décadas de colesterol turístico.
Cualquier capricho, cualquier animalada, cualquier bestialidad que provenga de los gobernantes la aguantamos en silencio, sin una queja, bueno sí, quizás una cartita al director...
Pero tenemos motivos para levantar la voz, como en este extraño caso del museo arqueológico púnico de Puig des Molins, que reúne la colección más impresionante que se conoce en la materia. Lleva cerrado quince años, porque un buen día alguien tuvo la brillante idea de exigir solucionar unas humedades. Al final nos quedaremos sin museo y eso es lo que temo.
No entiendo por qué la ministra de cremallera Sinde promete que se abrirá el año que viene. ¿No es admirable? Esto mismo vienen diciendo hace quince años; no hacía falta la ministra florero para tomar el relevo de las promesas incumplidas y probablemente incumplibles. En realidad dijo que se abriría a finales de año pero tampoco tragaré este envite. A finales de año a lo mejor no habrá museo, no habrá Sinde o no habrá Ibiza, o habrá todo esto pero cerradito.
Da lo mismo, seguiremos viviendo igual esperando la llegada de los primeros chárter y comentando que un año más no se ha inaugurado una estación de autobuses que es rechazada por las empresas del sector. No es que, al parecer, esté contrahecha sino que, según ellas, presenta deficiencias de envergadura. Si así fuera, no es necesario ser muy agudo para valorar como desastrosa la actuación del ex alcalde Xico Tarrés y de su digna heredera Lurdes Costa. Sería preocupante que se siguiera la misma pauta de calidad y eficacia en la construcción del tanatorio en el centro de Ibiza ciudad. Tiemblo.
El isleño soporta lo que le echen, además sabe que la cualificación y calidad de las obras (nunca terminadas por cierto, aquí nunca se termina nada) no tiene filiación política.
El mismo Partido Popular arrasó media isla para levantar unas monstruosas autovías, cuyo diseño asombró a todos desde el principio, y cuya ejecución ha sido desastrosa en algunos tramos o puntos concretos.
Caen dos gotas y obras que valen cientos de millones de pesetas (o miles) quedan inutilizadas. O bien presentan unas goteras difícilmente explicables, a pesar de los necesarios ajustes de las obras recién estrenadas.
Calma, sosiego, mansedumbre lanar.... y a pagar.