miércoles, diciembre 08, 2010

A 17 hoteles por año



Desde 1967 hasta 1970 Ibiza inauguraba anualmente una veintena de hoteles nuevos de trinca. Eso sí, todos iguales, cajas conejeras, construidos a unos metros del agua y sobre las pocas arenas disponibles. Una auténtica barbaridad.

Pero el hecho es que ocurrió así. Aquello no fue una burbuja inmobiliaria porque obedecía a las leyes de la economía real: había una demanda de plazas hoteleras por parte de las nacientes clases medias europeas y entonces existía poca oferta.

Los ibicencos no sabían eso y todavía pretenden ignorarlo ahora, pero al destrozar los mejores parajes a una velocidad de vértigo se estaban hundiendo a sí mismos.

Desde 1969 hasta 1973 mandaba mucho en el ramo un ministro que había hecho la guerra civil con Franco, pero gozaba de una imagen de hombre culto y lo era (autor de varios libros de ensayo histórico, etc.) y además sucedía al atronador Fraga Iribarne. Era Alfredo Sánchez Bella, ministro de Información y Turismo, de manera que era mi ministro, aunque yo empezaría en 1972 y mis dudas y temores no me hacían un revolucionario peligroso. En todo caso se temía más mi descaro y mi larguísima melena lacia, que desconcertaba a tirios y troyanos.

Pero yo lo que veía en estos tiempos no me gustaba, entre otras cosas cómo se perseguía a los hippies, aunque ahora lo nieguen.

Tampoco me gustaba el lema de mi ministro: «Hay que inaugurar muchos hoteles. En estos momentos nos interesa la cantidad, no la calidad». Lo afirmó tal cual, firme y orgullosamente. Yo tendría 18 años y alucinaba. Y cualquiera se atrevía a replicarle, estando vigente el infame artículo segundo de la Ley de Prensa que promulgó su antecesor Fraga.

Dos docenas de ibicencos fueron descubriendo el capitalismo, en una isla donde hasta aquel momento habían sido modestos y honrados tenderos, Y empezaron a salir hoteles como setas, como ha explicado recientemente el empresario Vicente Juan Guasch en este Diario.

No fue Abel Matutes el primero en levantar la batería de grandes hoteles en nuestras costas, por lo tanto es injusto atribuirle todas las culpas. Eso sí, cuando llegó se hizo notar, porque levantó el Insula Augusta (un gran nombre para una historia tan patética) frente a la playa d´en Bossa y a unos metros de la cabecera de la pista del aeropuerto, que ya estaban funcionando a todo gas con los vuelos internacionales, creo que desde 1967 (la apertura del aeropuerto fue en 1958). La altura de aquel hotelazo aconsejó suspender los vuelos nocturnos. No es de extrañar que Franco mandara a otro ministro –el del Aire– y se mandara dinamitar aquella peligrosa estructura, me parece que a finales de 1971.

Entre hippies, dinamiteros y el accidente de aviación de 1972, Ibiza comenzaba a salir en la prensa y a adquirir famita, fameta decimos en Ibiza. En 1973 la crisis internacional atemperó la fiebre de construir hoteles, pero el camino hacia el precipicio ya estaba trazado.