miércoles, julio 07, 2010

Tormentas, fútbol, volcán y crisis

No lo olvidemos, el volcán islandés está ahí y nadie sabe cuál puede ser el desenlace de este y de otros volcanes potencialmente peligrosos. De momento se permiten los vuelos, pero justo ahora que no hay cenizas, España también sufre estos extraños embates del clima.
Hace dos días me desperté sobresaltado por las atronaciones, un chaparrón inmenso y una sesión de rayos como no la había visto hace tiempo. Al día siguiente toda España sufre el mal tiempo. El turista quiere sol, vicio y buenos precios. No sólo eso, ahora muchos turistas siguen quedándose en sus sillones, afectados por un síndrome que ya hace tiempo que se conoce: los torneos europeos o mundiales retienen a los turistas en casa, en especial a los españoles. Y España llegará a la final, o sea, hasta el día 15 los españoles no comenzarán a movilizarse.
¿Retendrá la crisis a miles de turistas españoles en su ciudad o en zonas accesibles? Sin duda. La crisis actual quizás sea llevadera para muchos, pero el año 2011 se presenta cargado de incertidumbres, pues parece un dogma que aumentará el desempleo amén de otras cosas y ninguna agradable.
Recibo noticias muy jubilosas de algunos amigos que tienen hoteles rurales en la isla. Pero que conste que antes de San Juan en Ibiza apenas había turismo de cierto poder adquisitivo. El turista de junio ha sido usuario de ofertas muy apetitosas, creando un ambiente apagado donde se pone en evidencia algo que todos conocemos pero nadie se atreve a mencionar: en Ibiza ya hace años que hay una exceso de oferta en casi todo.
Nadie lo quiere admitir pero sobran hamacas en extensiones demasiado pequeñas de arena. Sobran muchos bares y restaurantes de ínfima categoría pero de precios abultados. Sobran hoteles de ínfima calidad, ya amortizados, como esta treintena de establecimientos que regenta(ba) el 'estimat català' Fernando Ferré.
En Ibiza sobran muchas cosas y estoy intuyendo que 2010 será una temporada muy gris que cerrará cientos de estos locales que no podrán sobrevivir en un entorno hostil.
Pero Ibiza lo quiere todo: los miles de apartamentos, los miles de chalés, sin cerrar ni una plaza hotelera, por desvencijada esté. Se quieren ordeñar bien todos estos negocios, lo cual nos conduce a una situación sin salida, o sea, a la solución traumática.
Sin ninguna de las situaciones excepcionales que nos afectan (Mundial de fútbol, los azares de unas cenizas volcánicas impredecibles, un clima bronco y destemplado, una subida alocada de precios y de impuestos, etc.) Ibiza y Formentera ya debieran de haber emprendido hace años una renovación profunda en la hostelería, una ampliación o adecuación de infraestructuras y una política territorial rotundamente restrictiva.
Ahora con más razón y de forma inexcusable, la crisis llevará a cabo su propia renovación. Todo esto es cuestión de meses y no tiene porque ser necesariamente agradable.