sábado, marzo 02, 2013

Elmyr 2013

 Elmyr de Hory en imagen de archivo. Fotos: DM

Elmyr pasó todas las vicisitudes posibles en un siglo plagado de crímenes y de criminales que ejercían a rajatabla su vocación. Huidizo en lo físico y con gran agilidad mental en lo psíquico, fue sorteando los obstáculos que le salían al paso y supo sacar provecho –¡y de qué manera!– de las debilidades humanas.
Seguramente le daba igual saberse un pintor manqué, aunque paradójicamente había desarrollado unas habilidades superiores a lo normal para captar al prójimo. Tan y tales fueron estas capacidades que no solo las aprovechó para pintar a la manera de Matisse o de Picasso, sino para sacar una radiografía de cualquier persona que se le cruzara en el camino. En esto se parecía a Smilja.
Una de sus obsesiones estaba basada en esto: su propia incapacidad para pintar elmyrs originales. Él ya sabía, en su terror interior, que se había falsificado a sí mismo y que jamás podría consolidar un lenguaje propio.
No he visto jamás una pintura de Elmyr que mereciera un elogio sincero, una valoración crítica entregada. No las hizo, no lo supo hacer. Por ello presumía de haber infiltrado en importantes museos más de mil obras falsificadas de grandes pinturas del siglo XIX y del XX. Sea cierto o no, pagaría cara esta insolencia o esta vanidad.
En realidad sus temores no nacían de una angustia metafísica, ni siquiera de una amenaza concretable de un museo determinado. Él tenía un miedo insuperable a algo tan definitivo como una puñalada en el hígado mientras estaba ingresado en alguna prisión de Francia.
Nunca lo expresó con pelos y señales, pero a quien temía de verdad era a Fernand Legros, otro canalla con buena letra y con dominio perfecto del escenario y desprovisto –como el mismo Elmyr– de prevenciones morales.
Hablando conmigo jamás me expresó tal aprensión o pánico abierto a Legros, pero cuando estuve con él en el tercer juicio por su extradición, trabajosamente lidiado por el abogado Rafael Perera, cuando se mostró la coincidencia de las imprentas dactilares, un profundo foso se abrió ante su futuro.
Concluida la sesión, Elmyr, con su habitual elegancia, se acercó a mí, me tomó de los dos brazos y apretó, casi pidiendo auxilio: estaba pálido. Yo jamás le había visto así. Murmuró algo y desde luego mis palabras de apoyo no sirvieron de nada.
Mark Forgy le ayudó y salieron de la Audiencia de Palma. Me parece recordar que sería la última vez que yo le vería con vida. Tendría que consultar mis apuntes.
Algo le asustaba más que la vida, más que el futuro oscuro amenazante. Y prefirió quedarse en Ibiza para siempre. Su personal senda de los elefantes.
Ahora veo que el Círculo de Bellas Artes de Madrid ha organizado una muestra con 30 de sus pinturas. Quienes nunca le hayan visto, quizás queden decepcionados, pero han de tener presente que Elmyr de Hory fue un genio de la representación, del escenario, un gran actor, un inventor de sí mismo como personaje. Lo de pintor es otra cosa. Y lo del ´mejor falsificador del mundo' es otra.