¿Saben qué? Pienso muy en serio que en las Pitiusas no estamos tan mal. Si no fuera por los precios de atraco de la cesta de la compra, algunos servicios, la energía, la gasolina, los transportes y los viajes y tantas otras cosas, Ibiza y Formentera seguirían siendo un paraíso, al menos en invierno.
La guerra de los precios es ya precisamente esto: una guerra que está causando muchas bajas de víctimas inocentes. Ya se empieza a escribir sobre el tema y no sólo hay que achacarlo a la insularidad (sin descartar el factor) sino a tortuosas y perversas prácticas comerciales que siempre van en detrimento del consumidor final. Claro.
¿El aumento abrumador de políticos no ha significado una sociedad más justa y controladora de los abusos? Parece que no, al contrario, ha significado más derroche, más intervencionismo, no siempre justificable y, con toda probabilidad, mayores casos de amiguismo, cuando no de abierta corrupción.
Ibiza parece regida por una cúpula de necios que se han conjurado contra los consumidores. ¿Habrá algunas excepciones? No sé. Ni sé cuantos (o sí que se sabe), pero cada vez es más evidente que en España sobran miles de ayuntamientos y cientos de miles de empleados públicos y políticos inoperantes, incultos, sin preparación y con una desmedida sed de dinero.
Pero como decía antes, no somos los peores de España. No quisiera estar en la piel de los habitantes de Parla, Madrid, arruinados por el socialista Tomás Gómez, o en la subvencionada taifa de Marinaleda de Sánchez Gordillo. Tampoco me gustaría ser gobernado por estos alcaldes de CiU, catalanistas independentistas, que tienen asombrados a los empresarios rusos por su voracidad. El pobre capo Petrov se queja con amargura de la mafia catalana y seguramente con toda la razón del mundo. Podría haberlo hecho por lo legal sin pagar mordidas a los ediles y a otros personajillos –comenta a la prensa de todo el mundo. «Estoy harto de todos los corruptos de este país», afirma, casi echándose a llorar y refiriéndose en este caso a Catalonia. ¿No es enternecedor?
¿No hay mafias de Ibiza? Sí, claro, pero no son necesariamente rusas. Y no son ajenas al desquiciado sistema de precios, concesiones de grandes superficies y otras reglamentaciones que han dejado a los ibicencos presos en su propia casa. Y no me refiero sólo al precio de los billetes de avión o barco.
Otro rasgo envidiable: ¿qué sitio del mundo puede permitirse el lujo de trabajar durante cinco meses como posesos y dedicarse los siete meses restantes a aporrear las perolas quejándose del Gobierno, siempre que sea del PP?
Si nos comparamos, salimos ganando. Ahora mismo en Túnez ya forman un Gobierno de salvación nacional bajo una presión violenta selectiva. En Egipto es menos selectiva, pero también han perdido una gran parte de su turismo, tan generoso y gastador antaño.
Miren, virgencita, virgencita, que me quede como estoy, aunque sea en una casita pequeñita y húmeda, perdida en un bosque de Sant Mateu.