Ibiza ha conseguido una imagen lúdica, juvenil y sensual, pero con una temporada efectiva de tres meses. El resto del año es pura miseria, abandono y soledad... y precios astronómicos |
O sea, la caída de ocupación hotelera de Formentera ha sido remarcable, un 11% menos que el año pasado. En Ibiza apenas se ha notado la diferencia, un 3%, pero hay algo que unifica el comportamiento en ambas islas: la caída súbita de ocupación. «Hemos caído en picado». No me pondré sarcástico, es decir, este desplome no es porque haya cerrado la media docena de discotecas, sino que estas discotecas han cerrado porque el turismo se desploma en el décimo mes de cada año.
¿Es tan difícil de observar esta constante? Si fuera cuestión de discotecas, bastaba con dejarlas todas abiertas y esto se convertiría en El Dorado de la música enlatada.
El turismo de las Pitiusas es demasiado importante para dejarlo en manos exclusivamente de las discos, que se han venido arriba y piden una vigilancia que aquí no tienen las prostitutas, los taxistas, los hoteleros ni nadie.
Quiero decir que en Ibiza, durante 3 meses reina el caos, la anarquía y por mucha policía que pidan los taxistas, los camilleros, los periodistas, las discotecas, sea quien sea, aquí hay lo que hay: un desmierde descomunal, una isla invivible y que sale bien parada de la prueba anual gracias a la paciencia y a la preparación de los profesionales (todos los mencionados antes más los que no he mencionado antes).
Lo que asombra es la portentosa vitalidad del turismo de las Pitiusas. Formentera ha visto con pavor cómo muchos españoles e italianos no podían venir. ¿Aprenderán a variar la oferta? Pero a esta envidiable ocupación sigue un vacío súbito, una estampida general. De repente la isla amanece blanqueada, como si hubiera nevado: son las cristaleras y escaparates de hoteles y comercios que blanquean sus cristales para ponerlos en stand by hasta el próximo mes de mayo. Y sobran los taxis que no habías visto desde mayo. Notas que algún conocido camina por la calle y que ¡oh milagro! se detiene durante un minuto para saludar. O sea, hemos perdido el turismo y solo nos quedan veraneantes jovenzuelos de julio-agosto.
Claro, una isla, una vida así, con el tiempo te quema las neuronas. Es como trabajar en la mina carbonífera, de técnico en Alaska o en las perforaciones petrolíferas o gasísticas de Argelia: lo haces mientras aguantas, quedas destrozado y quemado y procuras alejarte en busca de un retiro más acogedor. Porque sabes perfectamente que la vida existe, pero es otra cosa muy distinta.
Y sin embargo te quiero: en España nada menos que 57 millones de turistas en un país de 43 millones de habitantes reales. Estamos hablando de algo serio. No sé exactamente el número de 2012, pero se constata este aumento de turistas europeos, sobre todo alemanes, ingleses y franceses, cuando los españoles han fallado, porque vivimos en un país donde han gobernado 21 años los socialistas y nos han dejado en la ruina y en la quiebra. Y qué no decir de los nacionalistas, que han contribuido con gran eficacia en deconstruir el Estado, 17 mercados distintos, educaciones centradas en odiar por un si acaso a España, «un país discutido y discutible», la nación moderna más antigua del planeta. Lo dijo el botarate jaleado por los etarras, catalanistas, progres y socialistas. Y así hemos quedado. Así estamos. Ahora que aproveche.
Menos mal que lo que se desplomó en octubre del 2012 se volverá a levantar presuntamente en mayo del 2013 para 3 meses. Y gracias.