Anota el fenicio: voy a hablar un poco de mí, desde que descubrí que pone de los nervios al CCC o Comité de Control de Curiosos, ya no haría otra cosa en todo el día.
En realidad uno nunca habla de uno, sino de un personaje que puede no ser uno, sino otro. Los personajes siempre se han de someter a la voluntad definidora del autor y a menudo quedan en una nebulosa de ambigüedad. Etc.
Sobre estas cosas pregunten a los numerosos escritores que viven en Ibiza.
Me levanto primaveral, o sea, renegando, soltando gotas de agüita por la nariz y estornudando. «La edad», me digo para rebajar mi insoportable vanidad fenicia.
¿El vanidoso sufre, por vivir con un vanidoso como él o disfruta de vivir con alguien tan vanidoso como él? Bah, vanos enigmas.
Parece como si Ibiza estuviera gafada ante el innumerable catálogo de intentos para subir el nivel hotelero de Ibiza. Es como si algo, alguien, el fatum latino, se opusieran a nuestros deseos de mejora.
Hace muchos años que conocí el secreto, que no es tal, porque todo el mundo lo conoce. Comiendo unas deliciosas costillas de cordero (o cordera, no se me vayan a sublevar las liberadas o liberados sindicalistas o sindicalistos) en Pike's entendí el peso enorme de nuestro drama: no tenemos aviones.
La economía isleña desde 1958 depende de los aviones.
Incluso el tema lo comprende nuestro rey, que para ir a Botsuana tuvo que aceptar la invitación del amigo árabe en un avión privado. El rey de España tendría el mismo problema para venir en febrero a cazar erizos o culebras de escalera en Ibiza.
Estamos casi peor que los africanos, los cuales al menos tienen elefantes como reclamo.
Comíamos unas costillitas, decía, que se fundían en el paladar, en compañía fenicia y sensata de Boned (las mundialmente famosas bodegas de Sant Mateu, aunque todavía no estaban funcionando a tope) y del mismo Señor Lucio (Pike).
Pike me explicó todo el trasiego de personal, inversiones, trabajos de jardinería, pero que sus amigos de París, Milán o Londres no podían llegar a Ibiza de ninguna manera. Lo puedo adornar, pero ¿para qué?
Por la misma época, una de las personas que mejor conoce nuestro turismo, Ernesto Ramón Fajarnés, entonces director muy celebrado del Hotel Hacienda, me lo desgranaba capítulo a capítulo. Para no comprometerle, uso mis palabras: En Ibiza ha de desaparecer una generación para que valoren nuestra isla como destino de calidad.
En realidad, se equivocó, de las pocas cosas donde falló: Ibiza se ha ido encanallando. Fue magnífica con los abuelos, se hizo buena con los padres y ahora con los nietos esto es un montón de morralla. Ernesto, como su hermano Enrique, un conocedor enciclopédico de nuestro siglo XX, no falló: fallamos los demás.
No hay derecho a que la Ibiza maravillosa que tanto dinero repartía en tiendas, taxis, coches, restaurantes y otras cosas, ahora haya quedado momificada y enanificada en el ´todo incluido´. That's all, folks? Pues vaya una eme.
Podría aportar cientos de testimonios, desde Toni Escandell, un maravilloso hotel rural que se deja los dientes, dinero, horas de sueño, promocionando a toda la isla (no sólo a su hotel) durante todo el año o a Carraca, mucho más que un alcalde o un vicepresidente, que puede medir en propia piel (su restaurante, etc.) los destrozos que causa el ´todo incluido.´
Seguiremos, porque hay mucha gente que lucha por lo mejor. Los resultados aujourd´hui (a día de hoy) no siempre acompañan, pero no estamos solos. Hay que mantener la exigencia, vencer las rencillas y unirse. Ahora, muchos ibicencos nos sentimos frustrados y primaverales, achís. Sin aviones no hay turismo en Ibiza.