sábado, septiembre 10, 2011

No es oro todo lo que reluce

La Ibiza de finales de los Sesenta y de los años 70 no ha culminado en un tipo de turismo sostenible ni rentable


Quizás sea buena idea ir siguiendo de cerca todas aquellas iniciativas que puedan servir para el ennoblecimiento de Ibiza y de Formentera, y no me refiero a un futuro cercano, sino al presente.
Incluso se aceptan proyectos programados, como los del Grupo Playa Sol, que pretende desembarazarse del turismo de drogas y discos para incorporar un tipo de turismo familiar, más flexible, más sereno y mejor consumidor. No veo cómo pueda hacerse una transición si no es de golpe: ambos turistas son enemigos a muerte.
Leo la entrevista de un tal Poland, un gay londinense que como muchos ingleses acabó por perder el avión de vuelta. Como otros, se informó por Internet (cada vez son más) y voló con un avión de bajo coste. Su sorpresa fue cuando se encontró en pleno huracán de San Antonio, donde hay muchos ingleses del norte que son unos salvajes, según sus palabras. «Alguien debería tirar una bomba en San Antonio» llega a afirmar, tal es su frustración.
Hombre, bombas no, porque en el pecado ya llevan la penitencia. A pesar de los prometidos esfuerzos de mejora, los hoteleros de la villa, como los de toda la isla, han tenido que tragar carros y carretas y a un precio irrisorio. Mucha ocupación, muchos muertos, mucha droga, pero poca recaudación. La recaudación gruesa queda para cinco discotecas.
Han sido dos meses bélicos, épicos. Los que hayan sobrevivido se verán obligados a comer doble ración de guisado de pescado y de sobrasada a partir del otoño. Dicen que a la altura del día quince esto se desplomará: no quedará casi nadie en la isla. De ser cierto esto es injusto: tantos meses de espera, tanto trabajo de mejora y de arreglos para al final trabajar ochenta días de los 365 que tiene el año.
A pesar de estos inconvenientes se siguen inaugurando hoteles de alta gama, como este de cuatro estrellas de Formentera (el primer hotel ´urbano´, dice el Diario con cierta guasa) que con sus veinte habitaciones supone una aportación modesta pero palpable a nuestra oferta. Lo triste es que dentro de unos meses, el de Formentera y los cuatro o cinco de Ibiza cerrarán sus puertas con toda probabilidad, porque en invierno apenas viene nadie para ocuparlos. De hecho, los miles de propietarios que en verano alquilan sus casas (y Hacienda en el limbo) a veraneantes regresarán para habitar en su propio hogar.
Cierto, Ibiza ha inventado algunos métodos curiosos de hostelería y de comercio.

La asociación de hoteleros está muy escocida. ¿Cómo puede neutralizarse esta oferta ilegal que hace la competencia? Complicado. De hecho, en julio y agosto hay turistas de sobra para todos, y a partir de ahí ya no los hay para nadie.
Curiosa isla, donde la mayor parte del año no hay nada que hacer y en 90 días hay que recaudar para asimilar todo el año, incluso para pagar los créditos y los correspondientes impuestos.
En 2012 intentarán, solo intentarán, subir precios. Ibiza brilla mucho, reluce y genera mucho material para el papel cuché. Pero ya sabemos que no todo es oro.