Lo más feo de Ibiza es que sólo hay pinos», contestan unos turistas de Salamanca en nuestras divertidas páginas de verano. Podrían haber contestado: «Lo más feo de Ibiza es que sólo hay pinos y nunca encuentras un taxi, como no sea un taxi corsario». Ambas conclusiones parecen ajustadas a la realidad.
El problema muy gordo de nuestra Ibiza de hoy son los interminables pinares invasivos, que se están tragando los nutrientes de lo que antaño fueron tierras de cultivo en secano. Pero a cambio, el pino es la única planta realmente adaptada a nuestro terreno, que a su vez es preservado de un desgaste y de una erosión que serían inevitables.
Sobre los taxis parece revolotear el mismo problema: un exceso de ejemplares excedentes han tomado los territorios baldíos o en barbecho para rellenar un vacío.
Con la gente que hay en Ibiza cavilando sobre este problema y no se haya encontrado una salida es que... no se busca en realidad. A todo el mundo conviene esta situación caótica, donde por milagros de la técnica y de la política, los taxis ni siquiera llevan GPS.
Por supuesto, quien paga las consecuencias son los ibicencos, los residentes y los propios turistas, que a menuda aguardan con paciencia durante horas en colas interminables. Esto es inexplicable. O sólo es explicable porque interesa mantenerlo así.
Cui Prodest o ¿a quién beneficia? A los propios taxistas.
Por lo demás demuestra hasta qué grado de incompetencia y de inutilidad han llegado nuestros políticos, nuestros parlamentarios. No nos sirven para nada. Solo para cobrar unos emolumentos inmerecidos, colocar a cuñados y más primos en puestos de confianza. Pero en doce años nadie ha sabido plantear el problema, desarrollarlo y presentar proyectos (o proposiciones) de leyes y por supuesto nadie se ha atrevido a emplear a fondo los recursos de la ley.
Cada verano asistimos a la misma tomadura de pelo: no hay taxis suficientes. Las colas son interminables. Pero al mismo tiempo, los taxistas se quejan de que ha proliferado un auténtico ejército de taxistas pirata, o sea corsarios, aunque a decir verdad no tienen patente de corso.
La solución quizás estuviera en darles una patente de corso a los piratas, para que homologuen sus vehículos y paguen impuestos y darles una emisora común y única de radiotaxi a los que ya son legales, como acaba de solicitar la Cámara de Comercio. Y un GPS que permita conocer sus andanzas por esta isla tan apretujada y tan necesitada de sus servicios.
Desde tiempos de Palau, tiempo ha habido para desarrollar una ley y poner un poco de orden en el mundo del transporte, del taxi. No sé, yo pienso que el usuario lo agradecería y, a la larga, también los propios taxistas.