Muchos ibicencos creían ingenuamente que el desmadre estival de Ibiza estaba ya parcialmente controlado y, al concentrarse en unos sesenta días de hecho, al menos podríamos tolerarlo.
Parece que no: de vuelta la burra al trigo, una y otra vez caemos en los mismos defectos y potenciamos las mismas locuras. Una gran parte de la publicidad que hace referencia a Ibiza parece diseñada por algún diabólico enemigo competidor. Desde un temprano junio ya aparece el topónimo Ibiza junto a adjetivos como desmadre, fiesta sin parar o locura. He analizado unas cuantas y lo he dejado correr, descorazonado por la toma de la isla al asalto por parte de estos listos empresarios.
Este funcionamiento de Ibiza, sin duda potenciado por las huestes británicas que han renunciado a viajar a otros destinos mediterráneos más problemáticos, beneficia a media docena de empresarios, pero arruina la calidad de vida de los ibicencos y residentes y pone en serio peligro de muerte a muchos jovenzuelos que no saben con quien se están jugando el dinero y la salud.
Hay cierto tipo de empresarios en Ibiza que tiene tendencia al exceso, confundiendo diversión con derrumbamiento. Hace unos años se acostumbraron a poner los luminosos encima de la carretera o de enfocar al cielo potentísimos focos móviles que ponían en peligro incluso el tráfico de aviones. A nadie pareció importarle.
Ahora estas fiestas de larga duración, que no acaban nunca, crean todas las facilidades para los excesos, algunos de los cuales atentan seriamente contra la salud.
No recuerdo ningún verano tan sangriento como este: por una vez que teníamos controlados los accidentes de vehículos, aumentan los casos de lanzamientos por el balcón o el de intoxicación por consumo de drogas o sustancias no identificadas.
Y nadie se siente culpable, nadie declarará contra sí mismo, pero hay situaciones, negocios y conductas que facilitan de manera imprescindible el uso y la venta de las drogas o que generan diversos tipos de conductas, violentas, suicidas o peligrosas.
No consigo explicarme como se discute si quiera un aumento del horario de apertura.
Este tipo de empresarios ya han conseguido que Ibiza sea automáticamente identificada con la locura, la droga, el exceso. No les parece bien como estaba ahora, algo más controlado: quieren todo el día, conciertos al aire libre que impiden la vida normal. Lo quieren todo.
Tampoco voy a entrar en distinguir si los ayuntamientos que fomentan o toleran este tipo de negocios son del PP, del PSOE o de ambos.
Lo triste es que se regresa a antiguas prácticas deleznables y peligrosas que ya habían quedado atenuadas y casi controladas. Parece como si alguien tuviera añoranza de los bajos fondos, de los tiroteos, de las bandas; no quieren entender que este tipo de turismo apenas nos sale rentable, que destrozan la isla, los nervios y la salud de los sanitarios, policías y personal de hostelería. Lo deprimente es que todo esto ya estaba discutido, hablado y concertado. Pues no, de vuelta a la isla de Baal, a la isla sangrienta de Escorpión, a la isla negra.