Cuando uno ve comparadas las cifras de crecimiento de los últimos 20 años, por ejemplo, toma conciencia de la magnitud del tsunami demográfico que nos ha afectado a los pitiusos. Y aun dando por aceptado que habrá unos miles de residentes que son empadronados flotantes que vienen en verano y lo mismo les da estar censados aquí que en Teruel o en Soria, las cifras finales de habitantes son impresionantes, así como el ritmo de crecimiento.
Pero hay otra circunstancia que nos pone ante los ojos este mismo fenómeno: la explosión urbanística.
Estas dislocaciones espaciales o temporales son sorprendentes y hacen saltar un mecanismo automático en el ibicenco: la nostalgia. Cuando el Diario publicó seis fotografías comparando la bahía de Ibiza, el puerto de San Antonio y La Savina de Formentera –eso fue el 26 de febrero de 2010– en unas fotos tomadas por el Ejército del Aire en 1956 con las equivalentes actuales, los comentarios de la edición digital echaron humo. Es normal que haya seis comentarios, pero ya es más raro que haya varias decenas. La gente se moviliza, ve con sus propios ojos la expansión de la onda explosiva del urbanismo y hace cálculos en el tiempo. Estas islas son asombrosas.
Lo hacen los psicoterapeutas, los entrenadores personales, los directores de marketing: para mostrar la virulencia o el alcance de una situación hay que conseguir visualizar el asunto. Nada mejor para visualizar el destrozo caótico de Ibiza y Formentera que ver unas cuantas fotos de 1956 y poder compararlas con unas fotos actuales. Quien tenga sensibilidad y sentido común queda anonadado.
Ocurrió algo parecido en el Diario del 11 de abril de 2010: «De casi 10 carros al día a 7.500 coches», titulábamos para visualizar esta gran dislocación espacio-temporal que nos afecta. El reportaje trata sobre los planos y los documentos de los antiguos proyectos de las carreteras de San Juan (de 1873) y la de San Miguel (de 1903). Para culminar las actuales ampliaciones y modificaciones de las vías hay que basarse en esos documentos, pues tienen plena vigencia legal y son los que se emplean para delimitar las zonas expropiadas y las expropiables hoy o mañana.
A mí me encantan estos saltos en la máquina del tiempo. Es un truco que, aunque muy conocido, siempre resulta eficaz. De hecho lo he empleado en mi ´Rondaia de sa Història d'Eivissa´, en algunos reportajes y en otros libros suelo conjuntar las paradojas temporales entre lo arcaico y lo actual.
Por lo visto, la única forma de que veamos la monstruosa transformación de la isla es que nos la pongan visualizada en fotos, en croquis, en cromos delante de nuestra vista.
Hace mucho tiempo que Ibiza y sus ayuntamientos en bloque debieran de haber decidido un crecimiento cero. Pero no caerá esta breva. Parecen preferir un suicidio lento.