sábado, septiembre 04, 2010

Un verano afortunado a pesar de todo

 Foto de Eva Planells

El fenicio no es aprensivo, pero teme sobremanera al mes de Augusto. Los últimos agostos que uno recuerda han sido temibles y cuantas referencias lee sobre el terrible mes en honor del César, sólo confirman esta creencia: agosto es un mes que se lo cobra caro.
Después de las palabras de Chomsky sobre el poderío militar estadounidense ubicado en las cercanías de Irak, Irán, Afganistán y las amenazas del sátrapa persa contra Israel, uno ya no descartaba nada, porque los cuatro jinetes del Apocalipsis andan sueltos y desbocados. Hemos sobrepasado los 31 días mágicos y amenazantes (pero tan sabrosos para nuestras finanzas pitiusas, por otra parte) y no ha explotado otro foco bélico, que hubiera sido muy peligroso para todos. No obstante, no me fío todavía: ¿por qué están retirando tropas de Irak y por qué están redefiniendo sus esfuerzos en Afganistán, donde cada vez más se piden más tropas españolas?
Mientras, en Ibiza nos tenemos que ocupar de cosas aparentemente más banales, los nimios asuntos terrenales, la gestión de cada día. Por ejemplo, unas semanas de huelga encubierta de los controladores europeos ha mermado nuestra recaudación en millones de euros. Yo creo que en un país serio –y la España socialista no lo es, es mi opinión– hay materia jurídica objetivable para ponerles una demanda por daños, perjuicios, lucro cesante y unas cuantas cosas más.
La vida podríase decir que transcurría tranquila (sudada, húmeda, a sobresaltos, calurosa, pero nada nuevo en nuestros agostos) cuando de repente la zona más exuberante de la isla, precisamente la zona que no se ha metido con nadie, que no invade la vida de los demás con avasalladoras discotecas, se ha prendido fuego. Antes de empezar a apagarlo ya se culpaba a los trogloditas hippies. Me parece muy sospechoso, y yo sí que investigaría por ahí, no a los hippies, sino a quien pretende criminalizarlos. Perdón, también a los hippies, en el bien entendido de que en Ibiza no es muy recomendable vivir en cuevas en mitad de un bosque interminable de pinos. Como irse a organizar una fumata en una gasolinera, más o menos.
Si es provocado o es accidental lo dirimirán –probablemente bien y con elementos de juicio– los técnicos. El asunto gravísimo es por qué sigue Ibiza permitiendo la infestación invasiva de pinos en todas partes e incluso algún extranjero –indocumentado y sin conocer para nada el Mediterráneo– se permite el lujo de denunciar a un vecino porque ha cortado tres pinos. A quien corte tres pinos cerca de una vivienda habría que darle una recompensa, y si queda alguien que todavía no lo haya entendido, hablaremos otro día, aunque mira que lo hemos explicado veces en estas fenicias notas y en otros muchos sitios. Que el pino no es un animal de compañía, a ver si se enteran de una vez los alemanes, ingleses y similares.
El Consell debiera impulsar un plan de conservación del bosque pitiuso, donde no se permitieran bajo ningún concepto estas demenciales extensiones de pinares. Y hace años que lo decimos, hace décadas. Pero no hay manera.
Al menos el verano ha sido afortunado, porque pudieron haber muerto decenas de personas, y por esta vez se han salvado.