sábado, septiembre 11, 2010

Fuegos contra Ibiza

 Uno de los grandes errores de Ibiza es permitir que el pinar llegue hasta la casa y a veces incluso tape el propio techo. Peligrosísimo, hay que dejar un perímetro de seguridad, usar árboles frutales, toldos, cañizos, parras, etc. como hacían los payeses tradicionalmente. No tenían un pelo de tontos. Los tontos son los nuevos ibicencos, que no tienen ni idea de lo que es Ibiza. Además, los caminos despejados, limpios, y a poder ser sin vallas de alambra o de bloques: Ibiza ha estado siempre abierta.


El fuego es devastador por definición y sus efectos psicológicos son tan radicales que personas y animales prefieren lanzarse por un barranco o por las ventanas de las Torres Gemelas de NY el 11-S antes que entregarse a sus brasas.
Ibiza es tierra de pinos y sabe de muchos episodios donde los atacantes prendían fuego a posesiones y bosques. Incluso hoy los arqueólogos encuentran restos de cenizas en poblaciones rurales de tiempos púnico-romanos y posteriores.
Pero jamás hubo en Ibiza tanta vegetación pinosa como hoy, a excepción quizás de los tiempos prehistóricos, con escasa colonización humana.
Ello explica que la isla mantuviera en tiempos históricos un inteligente equilibrio en sus zonas boscosas y las agrícolas: los bosques eran sistemáticamente explotados, tanto que en algunos episodios se prohibió a la isla exportar más brea, carbón y madera de pino porque se corría el peligro de la total deforestación.
Al margen de los ataques berberiscos, que solían ceñirse a una o dos alquerías y después salían por piernas con el botín cobrado, la mayor ofensiva con fuegos tuvo que darse en la cruzada catalana-pisana, cuando los ibicencos de estas isla vivían bajo el poder político de los moros. La gran ofensiva de 1235 no fue tan sangrienta, por el sencillo motivo de que un centenar de años antes Ibiza ya fue arrasada y no tuvo tiempo de rehacerse.
Es por esto que digo que Ibiza jamás ha conocido tanta vegetación como ahora, desde la llegada del turismo. Se da la paradoja de que coexisten o conviven –allá cada cual– una brutal urbanización de ladrillos en las costas y en los núcleos urbanos junto a una explosión salvaje del bosque, del pinar sobre todo, porque el pino es el árbol más adaptado a estas tierras y a este clima. Basta ver la deforestación patética de numerosas islas mediterráneas que jamás han podido recuperar su antiguo manto vegetal. Ibiza lo consiguió gracias al pino y al hecho simple de que nadie lo explota desde los años 60.
Esto es nuestra fortuna y es nuestra desgracia. Fortuna, por cuanto al menos el arbolado ejerce sus funciones de transpiración, fijación y salvaguarda del terreno. Desgracia, porque esta situación ha de ser reflexionada y tratada cuanto antes.
En cuanto a la escalada de incendios, poco hay que decir: seguirán ardiendo los bosques de Ibiza, accidental o intencionadamente. El pino es una especie que llama al fuego y cuando recupera un índice crítico de magma vegetal o de biomasa, se autodefiende sacrificando una parte del bosque. Y recomienza el ciclo con vegetación joven.
Esta mecánica natural explica porque no se han extinguido los bosques de Ibiza y han superado años de sequía, fuegos y plagas. Pero ahora la masa vegetal de Ibiza es tan elevada que veremos varios incendios cada verano. Esto ni siquiera depende del número ni del sueldo de los guardias ni de los vigilantes. Simplemente ocurrirá.
Ha llegado la hora de decidir si queremos tener bosques o cementerios calcinados. Si queremos bosques hay que facilitar la ganadería de cabras, dar vida al monte, incluso plantearse el uso de la biomasa forestal primaria para su conversión en energía. Por ejemplo.