sábado, septiembre 18, 2010

Lluvias negras en otoño


Iba a escribir dulce otoño, pero yo no pienso que este otoño vaya a ser dulce ni amable. Escribo en jueves y ya hay al menos tres huracanes (o tifones en el Índico) en gestación en el Planeta. Y en las Baleares, en toda España, pagaremos caro este verano con temperaturas prolongadamente muy elevadas.
Dicho en plata, el calor acumulado en las aguas del mar viene a ser un equivalente a la masa vegetal que asfixia nuestros bosques. La biomasa del pinar es una tea, una yesca. El mar es un gran acumulador, una bomba de energía incontrolable.
Ya se sabe que se han de dar las condiciones (aire muy frío que entre súbitamente en contacto con el aire calentito y húmedo de Ibiza) y tengan por seguro que se darán, al menos varias veces de forma muy extrema antes de la primavera.
No es una previsión meteorológica, sino una fácil deducción y tengo el placer de anticiparla con la confianza puesta en los medios de Protección Civil, bomberos, y en los obreros municipales. Que nadie pueda alegar imprevisión, descuido o negligencia y el consabido sonsonete de no tenemos medios. A trabajar a destajo, todo lo demás son excusas.
Dicen del otoño que suele ser acolchado y risueño en las islas, por eso es un sustantivo que casi reclama el adjetivo dulce. Pero no, me temo que no será un otoño dulce sino lleno de sorpresas. Uno espera equivocarse, porque estas tormentas destempladas suelen ocasionar muchos daños.
Pueden minimizarse desatascando a tiempo chimeneas, tuberías, alcantarillado, limpiando puentes y torrentes, sacando la barca a tiempo de las aguas, en fin preparándose para las furias del viento y de las lluvias.
Asistiremos a otro fenómeno muy feo: las lluvias negras en toda la parte de San Miguel afectada por el incendio de Benirràs. Por mucho que el tronco calcinado soporte las primeras lluvias antes de la tala improrrogable, las aguas bajarán oscuras y las cenizas se irán depositando en las playas (las bocas de los torrentes) o mejor dicho en las calas y a buen seguro afectarán al poco marisco y pez de roca que quede vivo en la zona. Mejor no comerlos, mejor no tocarlos. ¿Esto tiene solución? Ni una, dejar correr las aguas y no pescar en la zona. Al menos hasta que en la próxima primavera vayan reverdeciendo los primeros brotes de bosque bajo y del pinar.
Estas lluvias causarán daños al manto vegetal, a la tierra compactada que ahora se verá sin la protección de la copa de los pinos. La lluvia directa sobre un manto ya débil por definición arrastrará mucho sedimento, lo cual en el menor de los casos dejará sin alimento a la próxima generación de pinos, que tardará mucho más en alcanzar un volumen remarcable.
Sin olvidar los daños que causará la labor de desmonte, tala y arrastre de tanta madera.
Si trabajoso fue apagarlo, ahora veremos lo ingrato que es poner en funcionamiento orgánico unas 375 hectáreas de bosque. Menos mal que en Ibiza ya comenzamos a tener experiencia en estas lides.