jueves, agosto 19, 2010

El sexo en verano


En un tiempo ya ido solíamos referirnos a las serpientes de verano cuando la prensa publicaba noticias muy infladas o directamente inventadas. Dado el progresivo deterioro ya podemos hablar de cobras, de cobras de verano. En realidad la telebasura ya las ha superado con creces.
Un mito curioso es el de que en las islas se hace más el amor. Ya quisiéramos, pero me temo que va a ser que no. Circulan encuestas por ahí donde parecen confirmar el liderato de Mallorca también en esto. De hecho, en Mallorca no parecen hacer otra cosa en todo el día.
Pero en Ibiza les seguimos de cerca, casi les pisamos los talones. ¿Alguien se cree estas encuestas? Seguro que sí. Yo no.
En mi opinión, la práctica del sexo promiscuo es tan antigua como la Humanidad, y en Ibiza saltó como una explosión a comienzos de los años sesenta, porque los mayores fornicadores, y no necesariamente heterosexuales, eran los beatniks. El grupo de escritores beat, con Jack Kerouac a la cabeza, pusieron de moda un ecléctico hedonismo, intercambio de parejas, homosexualidad, la marihuana y el alcohol. Pues bien, esta moda pegó de lleno en Ibiza. Ya en los sesenta se magnificó el lema del amor libre, haz el amor y no la guerra, al menos entre los greñudos visitantes.
Paralelamente, ya habían llegado a Ibiza algunos argonautas franceses y es probable que la fama de la mujer francesa provenga de esta época. Una fama inmerecida, pues apenas unos años después las americanas, las alemanes y las británicas les dieron numerosas lecciones audiovisuales de cómo se baja una braga a la velocidad del rayo.
Y sin embargo la sociedad tradicional ibicenca, como cultura rural mediterránea (¿recuerdan el degollamiento de la chica en ´Zorba el Griego´?) constreñía y obligaba. En Ibiza había una gran represión sexual, como ya escribió el antropólogo Claudio Alarco von Perfall, al igual que otros.
Pero la pregunta era ¿es más fácil y más accesible el sexo en las islas? Por supuesto que no. Pero es difícil luchar contra el tópico. Desde el siglo XVI se usaba el reclamo del sexo para enrolar (y aquí podríamos escribirlo con una elle) a los marineros de Sevilla y Huelva hacia La Española y otras islas del nuevo continente. Las indias tenían fama de ser unas mujeres hermosas como diosas y muy complacientes.
A vuelapluma se me ocurre enlazar con el mito del buen salvaje del pintor Paul Gauguin en algunas islas del Pacífico. Las pinturas de Gauguin en el París finisecular alteraron para siempre algunas almas inquietas. Todavía hoy muchos caen en el embrujo sensual de las nativas samoanas del pintor.
Su nieto estuvo en Ibiza y no parece que su éxito sexual fuera memorable en los años 30, aunque muchos de los afincados dieron prueba de su insensatez al convivir con dos esposas y algunas amantes, como fue el caso de Raoul Hausmann, uno de los primeros elefantes que descubrí en los años 70 y que después afortunadamente ha dado lugar a varias monografías.
Para hacer bien el amor hay que venir al Sur, decía Rafaela Carrá. Berlusconi también usa estas cosas. Y en las islas mejor, diría un hotelero. Ellos sabrán.