Me hubiera gustado asistir al homenaje a Andreas Faber-Kaiser en Barcelona, desaparecido a los 50 años (1944-1994) ante el pasmo general, pues derrochaba una vitalidad y una capacidad de trabajo enormes, tanto en su revista Mundo Desconocido como en sus interminables viajes de investigación con los que preparaba sus temas con una información siempre renovada y alimentada de primera mano y en las fuentes directas cuando ello era factible.
No era muy conocido en Ibiza o no lo era en absoluto, aunque él siempre mostró un silencioso anhelo por vivir más en la isla. Enseguida lo comprenderán si les digo que Andreas era uno de los hijos del pintor Will Faber (y de Emma Kaiser, de ahí su hermoso nombre compuesto).
Durante los años 70 y 80 traté mucho al matrimonio. Siempre que venían a Ibiza me localizaban –cosa bastante fácil– y nos podíamos pasar horas enteras charlando, comiendo o viendo sitios nuevos. Cuando la casa quedaba libre, solían venir Andreas o el otro hijo, Michael, un reputado traductor del alemán, autor y profesor.
En el año del fallecimiento de Andreas (¿o fue antes?, da igual) comimos juntos en un restaurante casero japonés (bajo la mano experta y parsimoniosa de Pepe y Carmen), emparralado en los riscos del Puig des Molins. Aquella deliciosa Casa de Bambú era un rincón ibicenco siempre bien ventilado por la brisa y la calma. Andreas vino con su hija y disfrutó de una Ibiza primaveral generosa e irrepetible. Quiero imaginar que aquello fue su despedida de Ibiza.
La causa fue el sida, inoculado según él misteriosamente por algún oculto enemigo que no permitiría sus investigaciones comprometidas sobre el aceite de colza y otros temas. No lo sé. El hecho es que la carrera periodística y literaria de un gran investigador privado quedó truncada de raíz.
Publicó más de diez libros, algunos de ellos muy exitosos, como el de Jesús, que no murió en la cruz sino que recuperó la salud y emigró a Cachemira donde sigue enterrado y donde tras tener varios hijos murió en loor de santidad y como reputado hombre espiritual. Aquel tema me atrajo y le entrevisté para una revista que más adelante pondría de los nervios a Abel Matutes, a raíz de varios reportajes de Santiago Miró sobre el caciquismo en Ibiza. Era Primera Plana, un semanario que alcanzó tal repercusión que el grupo Zeta creyó procedente cerrarla para no hacer daño a Interviu.
'Jesús vivó y murió en Cachemira' (1976) no fue el primer éxito, sino '¿Sacerdotes o cosmonautas?' (1971), pero también publicó los archivos de la CIA (1980) en varias entregas y en su mensual Mundo Desconocido. Así, hasta 14 títulos.
La magnificada invasión de ovnis en Ibiza –a finales de los 70– acabó por llamar la atención de Andreas, que me encargó un dossier y que se publicó con gran relevancia tipográfica. De hecho me limité a recoger algunas cartas al director y los numerosos escritos de Josep Riera y de Nito Verdera en las hojas de este Diario. Cuando vi toda la información (por llamarlo de alguna manera) conjunta creció más mi escepticismo sobre el tema, pero de igual modo lo publicó.
El homenaje primaveral a Andreas demuestra que todavía se le quiere y se le admira.
No era muy conocido en Ibiza o no lo era en absoluto, aunque él siempre mostró un silencioso anhelo por vivir más en la isla. Enseguida lo comprenderán si les digo que Andreas era uno de los hijos del pintor Will Faber (y de Emma Kaiser, de ahí su hermoso nombre compuesto).
Durante los años 70 y 80 traté mucho al matrimonio. Siempre que venían a Ibiza me localizaban –cosa bastante fácil– y nos podíamos pasar horas enteras charlando, comiendo o viendo sitios nuevos. Cuando la casa quedaba libre, solían venir Andreas o el otro hijo, Michael, un reputado traductor del alemán, autor y profesor.
En el año del fallecimiento de Andreas (¿o fue antes?, da igual) comimos juntos en un restaurante casero japonés (bajo la mano experta y parsimoniosa de Pepe y Carmen), emparralado en los riscos del Puig des Molins. Aquella deliciosa Casa de Bambú era un rincón ibicenco siempre bien ventilado por la brisa y la calma. Andreas vino con su hija y disfrutó de una Ibiza primaveral generosa e irrepetible. Quiero imaginar que aquello fue su despedida de Ibiza.
La causa fue el sida, inoculado según él misteriosamente por algún oculto enemigo que no permitiría sus investigaciones comprometidas sobre el aceite de colza y otros temas. No lo sé. El hecho es que la carrera periodística y literaria de un gran investigador privado quedó truncada de raíz.
Publicó más de diez libros, algunos de ellos muy exitosos, como el de Jesús, que no murió en la cruz sino que recuperó la salud y emigró a Cachemira donde sigue enterrado y donde tras tener varios hijos murió en loor de santidad y como reputado hombre espiritual. Aquel tema me atrajo y le entrevisté para una revista que más adelante pondría de los nervios a Abel Matutes, a raíz de varios reportajes de Santiago Miró sobre el caciquismo en Ibiza. Era Primera Plana, un semanario que alcanzó tal repercusión que el grupo Zeta creyó procedente cerrarla para no hacer daño a Interviu.
'Jesús vivó y murió en Cachemira' (1976) no fue el primer éxito, sino '¿Sacerdotes o cosmonautas?' (1971), pero también publicó los archivos de la CIA (1980) en varias entregas y en su mensual Mundo Desconocido. Así, hasta 14 títulos.
La magnificada invasión de ovnis en Ibiza –a finales de los 70– acabó por llamar la atención de Andreas, que me encargó un dossier y que se publicó con gran relevancia tipográfica. De hecho me limité a recoger algunas cartas al director y los numerosos escritos de Josep Riera y de Nito Verdera en las hojas de este Diario. Cuando vi toda la información (por llamarlo de alguna manera) conjunta creció más mi escepticismo sobre el tema, pero de igual modo lo publicó.
El homenaje primaveral a Andreas demuestra que todavía se le quiere y se le admira.