Estamos rodeados de devoradores y no-sotros mismos probablemente quizás también lo seamos. Devoramos cuanto tocamos y, a su vez, vamos siendo devorados por depredadores visibles o invisibles.
Pero para rehuir los temores difusos, voy a centrarme en dos devoradores, ambos animales y que suelen vivir discretamente al pairo de las miradas de los humanos, salvo excepciones. Uno del mar, otra de tierra.
Uno es el devorador de las palmeras o escarabajo picudo. El otro es el tiburón, los tiburones. Ambos muy desconocidos por los ibicencos, a pesar de que los tenemos demasiado cerca.
El escarabajo proviene de Malasia y fue detectado en España a finales de los noventa. Desde entonces ha causado mucho daño, porque la larva se instala en la parte tierna del tronco y comienza su labor de derribo. Un solo escarabajo puede acabar con una palmera en dos años, pero el problema es que es un ser gregario que se reúne en colonias de hasta trescientos ejemplares. Son demoledores. En Valencia han tenido que aserrar y quemar miles de palmeras para evitar la infestación de la plaga importada.
En Mallorca también han causado muchos daños. En Ibiza ha sido detectado en el municipio de San José, deduzco que en las palmeras de la zona de playa d´en Bossa, pero si está ahí es que ya se encuentra repartido en otras partes. El control actual parece eficaz, pero el escarabajo –de un color rojo muy bonito– es silencioso y no da tregua. Podría acabar con todas las palmeras de Ibiza en cuestión de pocos años.
Sinceramente, nunca me han parecido imprescindibles y de hecho la palmera no la veo con arraigo en la isla, pero a mucha gente le gusta y algunas incluso ofrecen cosechas memorables de dátiles.
El otro devorador no es tal. Bien, sí, devora cantidades impensables de pláncton, pero no es el temible jaquetón o tiburón blanco de las películas, aunque éste también existe en aguas de Ibiza. También existe la tintorera, que con seguridad devolverá cualquier ataque si se la hostiga.
Me refiero a un tiburón que ha sido avistado muchas veces en aguas costeras de Ibiza y Formentera y ha salido en las páginas del Diario. Es fácil de filmar porque no rehúye la presencia del hombre: es el tiburón peregrino, que ostenta un curioso título, el de ser el segundo pez más grande del mar, después del tiburón ballena. Ambos van nadando a ritmo pausado, con una enorme bocacha que les da un aspecto feroz, pero sólo es un gran colector de agua, que va filtrando.
Cualquiera que consulte internet (Bing, Google, Yahoo) encontrará numerosos vídeos, fotos e información; son conocidísimos y los marineros no les hacían ascos. De hecho solía ser una presa codiciada, porque tenía mucha carne y mucho aceite.
No es de extrañar que este hermoso pez se arrime al máximo a las costas si detecta presencia de vida y no parece sentir la menor sensación de peligro. Los tripulantes de yates gritan excitados como si estuvieran en presencia de un tiburón blanco (peligrosísimo), pero este peregrino solo pasea, se alimenta y sestea como una vaca.
Lo mejor es admirarlo y por supuesto dejarlo en paz.