sábado, junio 05, 2010

Bajaba el río rebosante de agua viva


Como la vida pasa muy deprisa y yo no me he dado cuenta, resulta que estoy hablando de cosas que ocurrieron hace casi 40 años, ay.
Seguramente por esto será muy interesante la exposición de Buil Mayral, porque en apenas un lustro recuperó muchas cosas que se estaban perdiendo ante de los ojos de todos. Llegó a Ibiza en 1970, pero cuando empezó a trabajar fuerte para el Diario fue en 1972, o sea que ambos vamos a la par.
Yo decía que el Diario era uno de los pocos rotativos de España hechos a pie. En realidad toda la ciudad, toda Vila, era una ciudad pedestre. Cuando yo estudiaba en el Seminario (segunda mitad de los sesenta), mucha de la basura era retirada por un carro y una mula, pero nadie notaba esto, porque no existía el concepto ni la basura en sí.
Nadie tiraba la madera, el cartón ni el papel. Las compras se hacían siempre con envases reutilizables. El vino, el aceite, las legumbres, las verduras se compraban a granel. No se tiraba nada porque nada sobraba. Ni televisión, teléfono, coches (o muy pocos) ni móviles.
Buil entró en esta Ibiza en desaparición y muchos ibicencos pensaron que era bueno que esto cambiara porque de esta forma nos deshacíamos de la miseria. Cierto, pero no sabíamos que cada época tienen sus miserias.
Dije que era un fotógrafo sobrio, no desaprovechaba nada. A veces venía con la cámara cargada… con carrete para cinco fotos. Yo me maravillaba de sus habilidades. Y tanto él como yo estábamos abiertos a esta Ibiza distinta y secreta, de la que tan poco sabía nadie.
Poco a poco lo fue fotografiando todo, porque Ibiza es una de la islas más narcicistas del mundo. Nunca he visto nada igual. No tenemos nada de moros o de musulmanes: nos encanta la imagen. Somos fenicios.
De él aprendí a encuadrar. Toda escena es manifiestamente mejorable, depende del punto de vista y una vez elegido hay que templar los nervios, contener la respiración para no mover el pulso y dejar que el disparo llegue por arte de magia, sin tropezones ni intemperancias.
A finales de 1973 me llegó el turno del servicio militar, todavía obligatorio. No podía ser menos y me tocó El Aaiún, de la que apenas sabíamos nada porque la prensa no podía tratar el tema. Era materia reservada. Censura. Daba igual porque yo me leía Le Monde, aunque a veces lo censuraban también. Algún día tengo que hablar de mis días de soldadito saharaui. Algún día.
Al menos tomé una buena decisión al comprarme una cámara reflex Mamiya, la única cámara de mi vida a la que he sacado el jugo cien veces.
Un reportero no tiene verdadera independencia sin su cámara. Y menos en Ibiza donde salta la noticia o el famoso en cualquier momento.
Acabo de ver un Nodo de los años cincuenta (?) donde se nos muestra Ibiza en sus múltiples facetas púnicas o fenicias y cuando el río de Santa Eulalia bajaba rebosante de agua viva y refrescante. A esto no llegó Buil ni llegó mi cámara japonesa, pero las fotos de aquel catalán que decidió firmemente vivir y morir en Ibiza (¡elefante!) se nos pueden antojar un catálogo de dichas perdidas.