sábado, julio 11, 2009

Las bolsas de la vulgaridad


Observo que las multas van cayendo como mazazos, aunque no sean firmes y caben los recursos pertinentes. Pero es sano observar que aquella plaga que cayó sobre Ibiza en el 2005 acabó por arrasar a la propia isla, se llevó por delante piezas de gran valor y yacimientos arqueológicos y no se han conseguido los fines apetecidos. Y encima tenemos una deuda astronómica.
El Diario lo resume:
La dirección general de Aviación Civil, dependiente del Ministerio de Fomento, ha resuelto imponer una sanción de 90.000 euros a las empresas que conforman la UTE Accesos Ibiza, Matías Arrom Bibiloni (MAB) y Ortiz Construcciones y Proyectos S.A., adjudicataria de las obras de construcción de la autovía de Ibiza, por los depósitos de tierra acumulados en los terrenos de Platja d´en Bossa, próximos a la cabecera del aeropuerto, donde el Grupo de Empresas Matutes proyecta un campo de golf. El expediente, que se inició a finales de 2006, sigue abierto (la multa aún no es firme) a la espera de que se resuelva el recurso de alzada contra la sanción decretada presentado por las constructoras ante el mismo ministro de Fomento.
Otra noticia de alcance es la pretendida retirada de las bolsas de plástico en Formentera. Todo el mundo aplaude esta decisión. Ahora andan sobrados de dinero y deciden dar retirada a las bolsas vulgares que han invadido las Pitiusas desde 1980.
Doy esta fecha, porque a principio de los años 70 ninguna tienda te daba una bolsa de plástico. Todavía se usaba el capazo (todos las revistas del mundo fotografiaron a los hippies con aquellos cestos de largas asas), el papel de estraza o el emulsionado para la charcutería, pescado, etc. Poco plástico había.
Esta era una palabra maldita. Si querías desprestigiar a alguien bastaba con adjetivarle de plástico: un hippy de plástico era un sevillano vestido de indio o un catalán poco amigo de la ducha que predicaba el protocatalanismo en vez de hacer el amor, que es lo que los hippies auténticos buscaban en realidad.
Una isla de plástico era aquello de lo que se huía. Lo contrario del plástico era lo auténtico, la madera, la fibra, el cristal.
Pero Ibiza y Formentera anduvieron su camino hacia la vulgarización, hacia el horror del mazacote y hemos llegado al día de hoy, en que las multas se deciden de cien en cien millones.
Las bolsas de plástico tomaron el asta de la bandera. Todo el Mediterráneo ha caminado hacia la vulgarización de una forma inexorable.
Y todos somos conscientes de ello, incluso los alemanes que desisten de venir a Ibiza no por los precios, sino por el destrozo urbanístico.
Y es por eso que en general se ha aplaudido la medida. Pero seamos serios: los problemas de las Pitiusas no se arreglan cambiando el plástico por un capazo. Ya no. Too late!