miércoles, junio 03, 2009

Un mercado muy alterado


La evolución de los últimos meses nos recuerda algo que ya sabíamos: en Ibiza no decidimos nada. Dependemos del exterior en casi todo.
Como mucho un empresario hostelero puede decidir el color de la camisa del camarero o la marca de lejía para fregar los suelos. Todo el resto queda al albur de los dioses nórdicos. A excepción de hoteleros de cuatro y de cinco estrellas, que tienen un margen muy superior de maniobra.
Pero el grueso de nuestras plazas turísticas, algo menos de noventa mil, sin contar la oferta alegal que campa a su aire, ha de someterse a las reglas bastante claras del mercado.
La última visita del operador TUI UK (Thomson y First Choice) a los empresarios de Ibiza no aportó ninguna noticia y esperanzas, pocas. Ahora mismo el cambio de la libra al euro es muy desventajoso para los británicos, que son nuestro principal proveedor de turistas.
En consecuencia, no es raro que la familia exija un presupuesto cerrado, a ser posible con el Todo Incluido. Los ibicencos sabemos que este mismo visitante, con un dinero equivalente, hubiera sido un turista rico en los años 70, pero los tiempos han cambiado y las Pitiusas han subido mucho en cantidad de plazas y en precios.
¿Y en calidad? Hemos bajado. Los hoteles recién inaugurados en los 70 ahora tienen 40 años o más y las nuevas aportaciones tampoco deslumbran. Así es como hemos llegado a una situación fatal: la tan cacareada relación calidad-precio de Ibiza y de Formentera no puede competir con Croacia, Italia, Grecia, Eslovenia, Montenegro, Turquía y otros destinos que han puesto en catálogo magníficas instalaciones, resorts y urbanizaciones.
Esto lo saben incluso Riera, Hortensius, Pedro Matutes y los jóvenes empresarios, como saben que ya ocurría lo mismo en 1988 y desde entonces el ritmo de remodelación no ha sido suficientemente alto.
Hay que subir calidad, no bajar precios, aunque en tiempos tan apretados es natural que parte de la oferta de Ibiza quede en el camino.
Otro mito recurrente es que de no ser por las discotecas a Ibiza no vendría nadie. Lejos de ser un elogio, esto es una crítica muy fuerte contra las discos. Es cierto que el tipo de turista ha ido evolucionando hacia fórmulas juveniles cada vez más extremadas; y es cierto que este tipo de turista ahuyenta otros tipos de visitantes que prefieren un ritmo menos agobiante.
Pero la culpa no es toda de las discotecas. Ellos van a su negocio y punto.
La prueba de que el turismo no somete su calendario a la apertura de las discos es fácil de conseguir: ¿por qué las cierran en octubre y no las abren hasta junio? Porque no queda ni un turista. Las discotecas simplemente han aprovechado el calendario a su favor.
Ahora la gran pregunta es ¿puede recuperarse la Ibiza abigarrada, emprendedora, creativa, sorprendente?

Diario de Ibiza