domingo, octubre 19, 2008

Ordeñando Ibiza


Normalmente no me sujeto escrupulosamente
a los hechos de la semana. O sí,
dado que por suerte o por desgracia en esta
isla siempre topamos con los mismos problemas
y con las mismas jetas.
Hace mucho tiempo que sabemos y algunos
lo hemos escrito: Ibiza está crucificada
por la mafia organizada para ordeñar
la isla. Es lugar común caer en la tentación
de relacionar la mafia con el esperpento
fílmico: gánsters malcarados, pistoleros
sonados por los golpes mal recibidos
en el ring, guantes de hormigón para
los pies, novela negra.
En realidad nada funciona así y quien
quiera doctorarse puede pasar por Marbella,
Madrid, Cataluña, Castellón… pero
es en Ibiza donde el refinamiento alcanza
matices florentinos.
Mafias multiculturales, plurinacionales
(claro, sino no sería mafia, sería caciquismo),
vestidos con un elegante descuido
para no llamar la atención, trabajadores
que se dedican a alguna actividad comercial
o financiera. Nada del otro mundo.
Lo normal.
No es tan normal, sin embargo, si empezamos
a buscar los orígenes del capital,
dinero negro procedente de actividades
criminales que han repartido chantaje,
muerte, torturas, prostitución, trata de
blancas, por donde quiera que han ido pasando.
Ibiza, al parecer, es un pastelito en dulce,
una yemita de santa Teresita de Jesús
para estos delincuentes de cuello blanco.
Aquí hay lo mismo que en todas partes:
personal bizcochable, pero además una
gran demanda inmobiliaria, que es una inexplicable
actividad que favorece el blanqueo
de capitales de origen criminal en
brevísimo tiempo.
Entre todos, han hecho saltar por los aires
el sentido comercial de la vida y el funcionamiento
del sistema financiero, en un
caso por la simple inflación que es un cáncer
que suele fulminar a la sociedad afectada,
pero también al alterar de un forma
irracional el precio de las cosas.
Llega un momento en que la economía
especulativa divorcia valor y precio hasta
límites insostenibles. Para la mafia y sus
peones el negocio es redondo y la corrupción
que genera es fabulosa.
Pero para los ibicencos que viven aquí,
para los ciento y pico mil de habitantes fijos
esta actividad es insostenible y suicida.

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