sábado, octubre 18, 2008

Hablemos del suicidio otra vez


Decía Cioran que la idea del suicidio le había acompañado siempre y que el simple hecho de saber que podía quitarse la vida en cualquier momento le daba mucha energía para seguir viviendo.
Cioran no se suicidó nunca, naturalmente. Ni Camus, para quien el suicidio era el único problema filosófico serio.
En cualquier caso hace unos días que he desempolvado el Cuaderno Fenicio para constatar que este verano no ha habido ningún suicido ritual en Ibiza.
A mediados de julio del año pasado (Diario de Ibiza, 27 julio 2007) saltó una noticia macabra: «Un turista húngaro mata a su pareja y se suicida 24 horas después en es Cuieram» (escrito así, muy correctamente, por Dios, no me escriban nada de cucharas).Y el año anterior o unos cuantos antes, que ya no lo recuerdo, se encontraron los restos de algún desgraciado que traspasó el umbral en la Torre des Savinar, si mal no recuerdo. Quemadito, rodeado de candelas. Todo muy bien ritualizado.
De modo que al principio incluso pensé que Ibiza era o es un lugar de suicidios rituales. Hoy pienso que me equivocaba. No lo es en absoluto. Sin embargo muchos desvariados mentales se han suicidado en Ibiza. A saber por qué motivos, pero muchas veces la motivación es muy normal.
Lo que sí hemos conseguido impregnar a la isla de Ibiza es de una imagen de espiritualidad. Para redactar mi Diccionario de Secretos (ya inencontrable) leí todo lo que había disponible.
Pocas noticias, apenas nada, y las pocas que hubiera habido las limaban los clérigos. No le gustaba a mi admirado Isidoro Macabich que se trataran asuntos de magia, mitología, supersticiones o creencias antiguas.
Pues bien, en gran parte es culpa mía porque hice todo lo contrario: recuperé las antiguas leyendas de Ibiza, pero debo decir que las hay en todos los sitios; les di tal magnitud y tal singularidad que se convirtieron en causa oculta del éxito de mi Diccionario.
¿Eso es todo? Creo que no. En realidad yo me hacía eco de un campo abonado por los hippies y beats, que rindieron culto a la parte irracional del ser humano. A las emociones. Al naturalismo, al mundo telúrico. A Nietzsche, a la droga, a la expansión de la mente.
Ibiza estaba preparada, pues, por tragarse lo de los barros reacios al veneno, isla mágica, la isla de la fertilidad, la isla de Tanit. Frases que introduje, y bien meneadas dieron un hermoso cóctel que hay que beber con mucho humor, distanciamiento y flema mediterránea.
Comprendo que si alguien toma esto muy en serio pueda acabar rodeado de candelitas encendidas.
Pero hay otras islas que tienen tanta o más fama que Ibiza: Lanzarote, Mallorca, Malta, Tenerife... Seguiré.


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