Escribo estas notas fenicias en la primera mitad de julio: Ibiza ha superado aquellos monstruosos incendios de la primavera del 2011. Unos días interminables que fueron aciagos y cenicientos: Ibiza concentró casi el 70% de todos los incendios de Baleares y fui testigo directo de numerosos incendios en el norte de Mallorca. De hecho los hubo en toda la isla, pero fueron controlados. No cantemos victoria y miremos con espanto lo que ha ocurrido en Valencia, a dos pasos de Ibiza, a donde seguramente pudieran haber llegado los malos humos, pero... apenas llegaron. No llegaron porque en el aire también se cumple –a veces y con menos claridad pues en el aire no hay que levantar ni castillos– aquella magnífica ley de las corrientes marinas que aíslan al archipiélago. Una fuerte corriente marina pasa por delante de Valencia, en pleno mar de Ibiza (así se llama técnicamente), y asciende por el oeste del archipiélago hasta la altura de Barcelona, donde ya realiza un giro y un cambio de dirección.
¿Recuerda alguien que lo expliqué cuando intenté quitar ansiedad por el presunto peligro potencial de un derrame de petróleo procedente de las prospecciones de Cairns Energy? Insisto en ello y me gustaría que algunos profesores, biólogos y otros especialistas explicaran esta circunstancia benéfica para la isla.
Entendámonos: si se desencadenara un furioso temporal de poniente –cosa extrañísima en Ibiza,preguntadlo a los pescadores y la Cruz Roja del Mar, por ejemplo– quién sabe la porquería que podría chocar contra las costas. Confiemos en que no haya accidentes en las prospecciones y que, de haberlos, reine un temporal en la intensidad y dirección habituales, esto es, de Ibiza hacia Valencia, es decir, temporal de levante, que son los que suelen destrozar las costas de la isla.
El fenicio anota, recuerda, asocia, cavila, se rasca la closca y lo expone a la consideración de quien sea. Pero la memoria no nos falla. Espero. Otro dato sorprendente, maravilloso, que nos subirá el ánimo, que falta nos hace: El fuego que azotó las sierras circundantes fue pavoroso. Yo intuyo que les venía un viento de poniente y por experiencia he aprendido en mis cinco años de valenciano, que estas olas de calor de poniente son temibles. Pero curiosamente, cuando llegan al mar, los humos horrendos de la sierra no van hacia Ibiza, ni siquiera hacia Mallorca. En realidad es imposible escaparse cuando tienen el humo encima, pero el grueso de las emanaciones gira hacia arriba, hacia el noreste.
¿Que cómo lo sé? Por las fotografías de Google Earth, que este Diario publicó en contraportada, el 2 de julio. ¿No es algo magnífico? Sopla un poniente impresionante, el aire casi arde en el sentido literal, el humo se levanta en el cielo, va hacia las aguas de Valencia y a unas cuantas millas ¡cambia de dirección! ¡No llegará a Ibiza! ¡Se va hacia el norte! Y en efecto, no llegó, al menos el grueso de la nube tóxica de baja altura. Esto no excluye la desgracia. Podemos ser optimistas, pero no tontos. Vivimos bajo un riesgo altísimo de incendio. No podemos bajar la guardia ni un segundo.