Que Ibiza es una tierra de músicas creo que me lo inventé en1982, en aquel ´Tanit y las niñas de purpurina´, pero con el tiempo he acabado por pensar que en todo caso es tierra de músicos, de viajeros que van y vienen. No parece tierra propicia a festivales, sean de música, de arte o de cine. Siempre hay algún iluso («porque tengo una ilusión», como decía el eslogan publicitario) que pretende iniciar un festival. Internacional. Mundial. Cósmico. Ignoro las causas: quizás porque en Ibiza la gente es muy abierta y con ganas de comunicarse. Pero al mismo tiempo es bastante anárquica y cuando alguien inicia un proyecto no tardan en conciliarse los intereses de diversos grupitos para dar al traste con él. No siempre es la conjura de los necios, a veces puede ser una mala conjunción astral.
No recuerdo nada que haya tenido cierta continuidad, desde aquel festival de hi-fi de Carlos Dudek en el Portal Nou, en los 60. Apenas duró. En 1973 viví los desvelos de Don Traub, un norteamericano que supo introducir en el mismo Festival Internacional de Música y Arte, en el Castillo, la belleza de la orquesta clásica dirigida por Gene Farrell y a grandes artistas de jazz como Roland Kirk, que nos asombró a todos por su peculiar respiración circular cuando tocaba tres saxos a la vez. Pues bien, el pobre Don casi la palma cuando vio la poca ayuda por parte de algunos ibicencos que, por delante decían una cosa y por detrás hacían la contraria. Lo explico en ´Memorias de Axel´. Después, varios conciertos en la plaza de toros o el Portal Nou han sufrido diversos avatares, nunca muy favorables a la música. Incluso en la actuación de Bob Marley hubo un buen follón que casi obliga a la organización a cancelar el show. Quizás lo que más haya durado haya sido el Festival de Jazz. O los conciertos únicos, tipo KU.
En estos días leo sobre dos festivales, el de cine organizado por el voluntarioso catalán universal Xavier Benlloch, que ya parece estar dando las últimas bocanadas y programa una versión reducida –debido a la crisis, dicen–, en la que se prescindirá de la parte competitiva. Entonces quedará más como una exhibición de varias sesiones que como un festival de cine propiamente dicho. No es la primera vez que veo la agonía de este tipo de festivales. Los anteriores intentos duraron lo que duraron, tampoco mucho, por el trabajo de Vicente Ribas, que supo introducir las semanas culturales en un proyecto global de promoción turística. Pero también acabó por desaparecer.
El otro proyecto lo avala Pino Sagliocco, Ibiza 123, y podría ser un revulsivo para el turismo de Ibiza y de San Antonio, aunque al escuchar el himno ´Good morning to the night´ más parece una sacralización del turismo clubber. Bueno, estos no parecen los mejores fans de sir Elton John, pero la idea de Pino es muy loable. Mi apoyo. Todavía no he leído el balance del festival, pero tendrá que luchar mucho el bravo empresario para vencer momentos depresivos. Ibiza no es propicia a los festivales. Más bien parece adorar la música enlatada, bajo los focos rutilantes y cargados de pastillas: quizás los clubbers quieran ser los protagonistas, ser el centro de la pista o del escenario. Y no tienen demasiado interés en colocarse entre las clases pasivas del público.