Al final las expectativas de todo orden convertirán el año 2012 en uno de los más importantes del siglo XXI, importante en esto precisamente: anhelos, deseos y suspiros, con grandes posibilidades de terminar en ayes y descalabros.
Después de estos meses de preámbulo a la Ley General Turística uno no sabe muy bien a qué atenerse, quizás porque de tan general que pretende ser, puede acabar en un catálogo inservible de disparates.
Por fas o por nefas, éste será el gran año de los hoteleros.
Hacía tiempo, desde aquel Cladera de 1988, que no se hablaba tanto de hostelería y de los hoteleros, pero por mucho que los agrupemos conceptualmente están muy lejos de poder formar un grupo compacto que hagan viable líneas de conducta o de trabajo generalizables.
Para empezar, la certeza de Perogrullo: Formentera no es Ibiza, Ibiza no es Mallorca, y Menorca no es nada parecido al resto del Archipiélago, hablando en términos turísticos.
Sí, somos algo parecidos, pero los matices acaban por demostrar que las Baleares pueden ir juntas, siempre que Mallorca no canibalice por arriba lo que Dios o san Pedro ha diferenciado por abajo. Por debajo del mar incluso. Y sólo así.
Por lo tanto no me extraña que la Federación Empresarial Hotelera de Mallorca (FEHM) preste su entusiasmado apoyo a Carlos Delgado, principal impulsor de esta ley.
En Mallorca les gusta mucho hablar de destinos y de zonas maduras, cuando en realidad están podridas.
Piensan, quizás con razón, que podrán sangrar a la Administración, conseguir subvenciones y mantener su status privilegiado después de cinco décadas de ordeñar un hotel en primera línea de mar.
Tan en línea que hoy sería rotundamente ilegal.
Pues bien, en vez de salvar la piel y los ahorros, sale Delgado en ayuda del poderoso y pretende premiar a quien ya ha conseguido todos los favores. La excusa, como siempre, levantar la postración de la sociedad y agilizar nuestra economía.
Pero cómo estará la cosa cuando el mismísimo ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, acaba de descartar cualquier posibilidad de aplicar incentivos fiscales sobre el sector turístico, como es la famosa y controvertida lucha por un IVA superreducido. «No es el momento, estamos endeudados hasta las cejas», ha dejado entender.
Esto, por una parte; por la otra, son los mismos empresarios pitiusos quienes han marcado distancias. La conversión en condohoteles (hoteles en régimen de condominio de particulares) no entusiasma.
El alcalde de Santa Eulalia está en contra. Pepita Gutiérrez los ve bien dentro del pueblo de Portmany, pero no en zonas turísticas. Tampoco gusta a los sindicatos ni a los ecologistas y poco o nada al actual PSOE (aunque el PSOE cambia rápido de idea, como ha demostrado cada vez que ha gobernado).
Todos de acuerdo en que hay que perseguir la oferta extra-hotelera, alegal o ilegal. Y muy temerosos de que empiecen a florecer las casitas payesas reconvertidas en agroturismos o hoteles rurales como setas.
Esto sí que sí: los hoteleros de Ibiza ya defienden como jabatos el ´todo incluido´. Es decir, una ley que puede significar la puntilla urbanística de las Pitiusas.