Lo hemos visto en Ibiza y en otras partes: cuando una empresa o una marca queda teñida por un marchamo infamante lo más recomendable es hacer una pira para celebrar el día de San Juan, o lo que es lo mismo, cerrarlo y cambiar de nombre para seguir remando bajo otro reclamo.
El extraño conglomerado de empresas de GPS parece repetir por enésima vez la operación, así que cambia de nombre para dar una visión más internacional (textual) al negocio hotelero. Suena a risa floja, porque todos los negocios de Ibiza son internacionales, incluso laboralmente, desde los malteses (o ucranianos, es un decir) que trabajan en las navieras, hasta las chicas checas que trabajan en los exprimidos hoteles del catalán Ferré, ahora ex GPS.
Muchos años ya en la isla como para no saber que no se les puede dar ventajas, porque se las tomarán dobladas. Pero mientras hagan lo correcto, supongo que están en su derecho. Y las autoridades (Administración, sindicatos, inspecciones, Hacienda, etc.), en la obligación de controlar sin desmayo esta isla caótica con demasiados puntos oscuros.
En definitiva, el cliente ya no se mama el dedo y tanto es así que sigue creciendo la tendencia a la autonomía, a viajar con compañías de bajo coste y hospedarse en alojamientos contratados por Internet (casi una cuarta parte del total). Hace casi una década que lo dije: quien no se cobije en las nuevas tecnologías puede decirse que está fuera del mercado, tumbado y vencido.
Tampoco los ibicencos se tragan los extraños mensajes de algunos codiciosos caciques, prestos a seguir molturando las pocas costas o zonas que quedan como botón de muestra. Hacer campos de golf en Ibiza es como si quisiéramos hacer unas pistas de nieve para esquiar en la atalaya de San José, dicen en Ibiza por el Cambio. Más o menos.
Los campos de golf pretenden camuflar inversiones gigantescas de apartamentos, pero en ningún caso tan colosales como Ibiza Centro, perpetrado por la plana mayor del socialismo pitiuso.
Lo mismo puede decirse de los clubs náuticos y puertos deportivos, por cierto que se quedan casi vacíos en invierno. (Diario de Ibiza, 25-4-2011: «Los puertos deportivos esperan mejorar la ocupación durante los meses más flojos de la temporada»). Claro, ya sabemos que en julio, agosto y septiembre no darán abasto, pero a la isla no le compensa este derroche de recursos para que una sociedad anónima hispana, suiza o alemana especule durante cuatro meses de verano.
Todo esto no ayuda a la isla, sino que la sigue hundiendo todavía más en la mugre y en la miseria, causándole una profunda erosión en su imagen y en sus potencialidades.
Si el Partido Popular no sabe desmarcarse con nitidez de estos macroproyectos y de la murga de siempre es muy posible que, al tiempo que ve cómo son condenados los políticos de la anterior legislatura, vaya perdiendo una vez más los apoyos conseguidos tan arduamente en ésta.