Hace ya algo más de un año guardé un recorte (El Mundo, crónica, 10 enero 2010) que me pareció alarmante: ´Británicos huyen en desbandada´, se entiende que huyen de la costa española donde de alguna forma han sido estafados. Yo conocía este fenómeno porque ya hace más de diez años que la lluvia de denuncias en los juzgados de la Comunidad Valenciana (y supongo que catalana, murciana, andaluza..., no sé en Ibiza) empezó a ser de tal intensidad que acabó por llamar la atención de la prensa española y europea.
Tampoco es riguroso el uso del gentilicio ´británicos´ en este caso. Es decir, hay muchos estafados y de muchas maneras pero que conste que los hay de nacionalidades muy dispares: daneses, canadienses, norteamericanos, españoles la mayoría, franceses, británicos, alemanes, austríacos, belgas...
La reputación de España 2000-2011 por poner unas fechas, ha saltado por los aires hace tiempo. No es una caza del extranjero, porque los timos alcanzan a muchos españoles que han invertido sus ahorros en un apartamento que ahora, por muchos motivos, no pueden usar o no tiene un valor remarcable, en cualquier caso muy lejos de lo previsto y de lo anunciado.
En Valencia llegué a leer casos en los que media finca del total comprado por unos ingleses simplemente aparecía un buen día escriturada a nombre de nuevos compradores. Otro caso es el simple engaño en apartamentos que jamás obtendrán la cédula de habitabilidad, con problemas insalvables en la infraestructura (energía eléctrica y agua).
Por mucho que se denuncie, en no pocos casos, los promotores se han quitado de la circulación, las sociedades constructoras están dadas de baja o nadie responde ni se hace cargo. Los engaños son de una textura burda, a menudo por la simple razón de que no se entrega el piso que se ha pagado casi todo al contado. Otros han adelantado una parte como paga y señal y los promotores han volado y han dejado cuatro piedras en un secarral inhabitable y sin servicios.
El problema sería llevadero si acabara con la simple estafa. A muchos inquilinos de estos pisos inhabitables se les cobra por el servicio de agua, aunque no puedan habitar en su propia casa. Pero el problema se convierte en pesadilla en el caso de muchos ancianos ahorradores que han invertido todas sus reservas en estas casas.
Los jubilados ingleses pasaron por otro suplicio: cobraban su jubilación en libras pero, con la devaluación de los últimos años, su valor final convertido en euros era mucho menor, lo cual agravaba sus finanzas de supervivencia.
La prensa inglesa lleva diez años destrozando la reputación de España y la inseguridad jurídica. En esta situación no sorprende la airada reacción de muchos ingleses en la visita de José Blanco a Inglaterra para incitarles a comprar pisos en España. «Primero nos timan y luego nos los quieren revender», decía alguien.
No conozco a fondo la realidad de Ibiza en este terreno. Pero sin duda también habrán caído algunas víctimas del boom. El derrumbamiento de edificios o urbanizaciones es un tema aparte del que con toda seguridad habrá una respuesta jurídica más pronto o más tarde, caso es Cubells. O ya la habido, caso Cretu.