sábado, mayo 16, 2009

Córdoba, Patrimonio de la Humanidad ...DI


El patrimonio de la Humanidad es difícilmente cuantificable y no hay que reducirlo a un amplio catálogo de monumentos. Quiero decir que también en esto Ibiza tiene mucha competencia.
Uno de los secretos del éxito turístico de estos enclaves o recintos, como en el caso de Córdoba, es la accesibilidad. Por eso Ibiza tiene más o menos el mismo número de turistas sea o no sea Patrimonio de la Humanidad.
Hacía más de treinta años que no había pisado Córdoba. Casi no la he reconocido. He quedado asombrado de la afluencia masiva de turistas: muchos grupos de unos veinte o treinta turistas, pero que no llegan a ser incordiantes porque Córdoba puede absorber a mucha gente en muchos sitios a la vez: Alcázar, puente romano, mezquita, iglesias, feria del caballo, patios de las flores…
Como ibicenco exiliado de Dalt Vila siento un poco de envidia ante estas legiones de turistas japoneses, de jubilados o de estudiantes que toman la Córdoba histórica con mucha calma, en silencio y con discreción. ¿Por qué no viene gente así a Ibiza, o por qué viene tan poca?
Quizás la imagen de Ibiza es de drogas, discotecas, chillidos, alcohol y desnudos. No lo sé. Pero sé que el mes de mayo es el mejor del año para patearse el barrio judío, los jardines cordobeses, los patios, para ver las evoluciones de los hermosos caballos, para disfrutar de la campiña o de las aguas del Guadalquivir, que bajan altas, ante el regocijo de las garcetas, los oportunistas palomos y todo tipo de aves.
Me gusta viajar por España sin estar sujeto al grupo ni a los programas. Llego atravesando Sierra Morena, pero antes he pasado por pueblos extremeños como Benquerencia, Castuera, Campanario, Cabeza del Buey, transitando a Córdoba por Hinojosa del Duque, Pozoblanco (donde el valiente Paquirri dejó su último aliento), Alcaracejos y entro por Córdoba todavía deslumbrado por la danza a la vida de la vegetación, de los jarales floridos, de los toros bravos que asoman bajo los encinares protectores y nutricios. Cruzamos Cerro Muriano, donde algunas cigüeñas se dan un banquete con las culebrillas. Veo una serpiente de casi dos metros aplastada sobre el asfalto, como en Ibiza encontramos a veces algún erizo. Y caballos, muchos caballos, caballos libres en los pastizales verdes.
De manera que cuando piso la ciudad llana de Córdoba ya desisto de comparar las opciones entre Córdoba e Ibiza, en este mecanismo o juego que suelo desencadenar cuando viajo para intentar hallar aportaciones que puedan ser útiles.
Pero Ibiza no sabe utilizar sus grandes bazas. Ni las pequeñas. Simplemente no sabemos, porque dinero jamás se ha derrochado tanto: el mar, nuestro mar, la antigua ruta de los fenicios, de los romanos y de los cartagineses. Pero hay muchas cosas que no son cuestión de dinero.

Diario de Ibiza