sábado, septiembre 30, 2017

Las aglomeraciones nos asfixian

Todavía hay quien pretende seguir creciendo indefinidamente. En Ibiza, el sector de la construcción se ha reducido un 14% al ir quedando concluidas las obras de remodelación de la planta hotelera. Hemos regresado a los niveles de 2002, lo cual no deja de ser una buena noticia. Dice la patronal que hay que apostar por un crecimiento sostenido.
Espero que no se entienda que hay que seguir sosteniendo el crecimiento. Ibiza y Formentera no pueden absorber más y aun así hay un enorme conjunto de licencias pendientes de ejecución.
Dos de cada tres ibicencos (Baleares en general) están en contra de la llegada de más turistas. Sienten la masificación en los huesos, las carreteras, aparcamientos, playas y zonas públicas. No se opondrían si estos viajeros viniesen en pleno invierno, pero no es así: todos ansían ocupar su plaza en julio y agosto. Y así nos ha ido. Hemos embotellado, colapsado las islas hasta el punto de hacerlas inhabitables para residentes y turistas. Los alemanes lo saben y han empezado a huir otra vez.
El 67% de los baleáricos, según una encuesta de la fundación Gadeso, también ha llegado a la misma conclusión: las aglomeraciones nos desnaturalizan, perdemos el encanto y la comodidad mínima exigible a un reducto de vacaciones. Digamos que las grandes concentraciones nos asfixian y acciones tan sencillas como el repostaje de combustible se nos antojan una tortura añadida.
Ya se ha introducido la idea de que para facturar lo mismo que en años pasados hemos de trabajar el doble: Estamos consumiendo los recursos naturales y vamos a un desequilibrio permanente, sumado a las molestias y peligros que supone trabajar con un tipo de gente que no siempre lo agradece.