sábado, enero 10, 2015

Adiós al Montesol, solárium de Ibiza

foto ibiza5sentidos

Cuando se diseñaron y aprobaron las autovías dije que Ibiza estaba desprendiéndose de su propia aura, en términos benjaminianos y desde entonces la realidad se ha encargado de confirmarlo año tras año. El fenómeno no se ha traducido en una visualización catastrófica por el simple hecho de que Dalt Vila soporta estoicamente todas las afrentas y las heridas, arquitectónicas, urbanísticas y de todo tipo. Pero a medida que se desciende de la catedral, ya se percibe la sensación: Ibiza ha volado en mil pedazos. Lo que existe ahora es otra cosa.
En la calle de las farmacias, hasta la llegada al puerto, la alarmante sensación se convierte en una evidencia: esto ha concluido y cada vez será peor. Mucho peor. En una ciudad diseñada por los sabios cartagineses (o sea, fenicios cambiados de Tiro a Cartago) hace 2.700 años no se puede absorber ni dar servicio portuario a tres millones de vándalos que la visitan cada año, en un intervalo de apenas cinco meses.
A partir de aquí veréis los mayores errores horrorosos, perpetrados por los políticos y bendecidos por los arquitectos y viceversa: puede ser un intento de cargarse el puerto terminado a comienzos del siglo XX o construir una depuradora que no funcionará a unos 110 metros de altura sobre el nivel del mar. O urbanizar toda la Platja d´en Bossa, sin darle ni un metro de respiro. O tener las discotecas dentro de la ciudad durante la mayor parte de las 24 horas. Y no os quejéis o acabarán por construir una central nuclear en San Rafael.
Ya estamos acostumbrados. Frente a las barbaridades podemos oponernos mandando una carta al diario y ya quedamos con la conciencia tranquila. Pero hay algo que no se puede sobrepasar: perder la propia sombra, prescindir de la buena sombra. Es lo que ha ocurrido en Ibiza al perder su aura. Esterilización, uniformidad, vulgaridad, adobado todo ello con mucha droga, corrupción y un ruido espantoso.
Hotel Montesol, en celebrada foto de Toni Riera, años 70
La última prueba de esta pérdida irremediable, de esta amputación sin sentido es el cierre de las galerías Serra y el hotel Montesol, que cumple ya más de 80 años, una buena edad para jubilarse. No siempre se llamó así desde que se inauguró en 1933 y nacido de la mano experta de un maestro de obras, mestre Campos, Juan Gómez Ripoll, que murió fusilado al final de la contienda civil 1936-39. El Gran Hotel Ibiza se convirtió en el centro de acogida de viajeros y turistas. Su nombre no exageraba un ápice. Emplazado en el paseo Vara de Rey, casi rozando las aguas del puerto, años después recibió el nombre actual, que parece fruto de una broma: Montesol. ¿Un monte casi dentro del mar? Durante muchos años se convirtió en el solárium improvisado de miles de hippies y personajes de todo el mundo. Ahora llega el silencio, la duda, la espera. La incertidumbre. Como ocurre con toda la isla, desprovista del aura.