sábado, septiembre 13, 2014

La cabra

El final del verano ya se toca con la punta de los dedos y el cuerpo magullado ansía un reposo de varios días, rehaciéndose de excesos por acción o por omisión. Observo al fenicio que llevo dentro de reojo y casi me da pena: añora los montes nevados donde crecieron ufanos los cedros de Líbano. Busca una salida airosa y solo encuentra moscas pegajosas y un poco de cansancio calcificado.
Después de cada verano, el fenicio se enfrenta a la hermosa defoliación arbórea, al cambio de colores y de olores, pero también a la aparición de achaques y roturas de dobladillos del alma, ya un poco boba y escéptica. Miradle cuando camina, a veces se rasca la cabeza, una testa bronceada que ya exige boina, porque los fríos están atentos para pillarnos a traición e inferirnos una ducha de humildad climática.
Los compañeros del Diario de esa isla extenuada que huele ahora a orines, cerveza y bronceador oxidado, siguen en plena forma. Parecen haber salido indemnes de las luchas titánicas del verano. Pero nunca hay que fiarse: los veranos de Ibiza te dejan la marca discreta de un virus que puede causar estragos: el aburrimiento entre los ruidos ensordecedores. Es gracias a ellos que puedo leer la última pirueta de los fabricantes de decibelios: No es ´Riders on the Storm´, jinetes cabalgando en la tormenta (esto somos nosotros), sino carreras de bólidos marinos. Una cosa así se ha de llamar Grand Prix, no tiene otro nombre y ya con este está todo dicho.
Por el opaco rumor de fondo, los ibicencos sabemos que todo sigue igual. Igual de demencial. ¿Cómo va a controlar los decibelios de los locales ruidosos un Ayuntamiento que ha ignorado durante 12 años la resolución judicial que lleva a la demolición de una casa construida ilegalmente en las Salinas? No es sola esta, son muchas. ¿Cómo es posible que se haya dejado construir una casa o lo que sea en Tagomago? ¿O solo ha de cumplir las leyes una pobre mujer trabajadora que se construyó un altillo de doce metros cuadrados?
Ante estas cosas solo queda el exabrupto. El exabrupto es Podemos. Los fenicios más escamados sabemos que es mucho peor el remedio que la enfermedad, pero la gente necesita venganza, ya que no hay justicia. Y se llevará otra decepción cósmica. Para empezar, ya se ha hecho pública la profunda reestructuración militar del Ejército español: suprimir la cabra de la Legión. A partir de ahí nos las darán todas en el mismo carril.
Lo peor de los mafiosos es que salgan tontos. Son un problema para todos. ¿Cómo se les ocurre esconderse en una pequeña isla que contiene más cámaras de televisión, periodistas, chivatos, tiernos camellitos, camellos de gran cubicaje que la misma Málaga o Mónaco? Hace mucho tiempo que se sabe: en tiempos de Internet no hay que esconderse, no hay dónde. Tú mismo has dado todos tus datos en Facebook. O sea, al FBI. Encima en Ibiza si no te denuncia una ex-amante (o un ex, que hay mucho gay suelto) lo hace el tendero napolitano al que dejaste a deber unas latas de sardinas y un kilo de tomates antes de fugarte a vivir escondido en un escenario continuo como las Pitiusas. Ay, ni la mafia es lo que era.