miércoles, noviembre 13, 2013

El turismo accidental

El fenicio ibicenco ha ido de Cartago a Fenicia y ha vuelto varias veces y por eso sabe que el mayor enemigo del navegante son los estados de ánimo extremos. Malo es el derrotismo y el desánimo, pero mucho más peligrosa puede ser la euforia. Si la euforia baila exultante sobre la alegría, entonces, la alarma salta a la primera.
Esto nos pasa a menudo en estas islas: pasamos de los incendios fogosos y apocalípticos a los fríos húmedos de enero y de la insoportable marabunta agosteña a los sólidos silencios helados del invierno, tan difíciles de soportar si no tienes un buen camarote lleno de libros o de algún placer alimenticio para el espíritu.
El fenicio se rasca la cabeza ahora. Otra vez nos acecha el peligro de la euforia desatada. Empero fíate y no corras. Es decir, no se fíen de los halagos, no se dejen engatusar. Y encima, este acartonado optimismo nos llega con el ingenio de las cifras como efemérides. Lo del año 14 dará mucho juego, y en Ibiza para no ser menos ya se nos ha asegurado –estos de TUI– un 14% más de reservas. Por lo demás, algunos vecinos carolingios se acordarán del año 1714, en un ritual falsificado que intentarán exportarnos a los fenicios de Ibiza y de Formentera. Otros quizás celebren la expulsión definitiva de las tropas napoleónicas del suelo patrio en 1814. En Ibiza mantuvieron algunas guarniciones de soldados franceses presos, que tratándose de una aislada cárcel abierta al mar, permitía a los desgraciados darse algunos paseos como si fueran viajeros o turistas.
No se fíen. Es cierto que en toda España se celebra el gran aumento de turistas, pero no así de contratación de trabajadores ni de ingresos en caja. Lo mismo en las islas. No se fíen de estos excelentes augurios, porque nacen contaminados de origen: no podemos celebrar mejoras sustanciales de nuestras instalaciones ni de nuestra política turística global.
En realidad, la gran aportación de turistas extranjeros se debe tanto a nuestros equipamientos, ya de sobras conocidos y anticuados, cuanto a la azarosa y continuada situación social y política de los países ribereños de la competencia. Desde Marruecos a Estambul, la situación está hecha un desastre. Y no entro en la ribera Norte del mediterráneo, cuya situación en general es igualmente insegura y poco atractiva para el turismo.
España está gestionando un regalo inesperado. Esto sí que es el turista accidental, como en la película. Ibiza está ordeñando un establo de vacas que han entrado a pastar en nuestro prado porque en las cercanías han caído copiosas nevadas. Y les sigue nevando, pobre gente.
Piensa el fenicio que debiéramos aprovechar la contingencia para consolidar nuestra industria turística de cara al exigente mercado europeo, ruso y donde podamos meter la cuchara. Pero templemos nuestras euforias, son nuestro peor enemigo. Y cuidemos con mimo de estos frutos como caídos del cielo.