sábado, octubre 05, 2013

Monte y playa


Las aglomeraciones de Ibiza ya son recurrentes. No puede impresionar a nadie una manifestación de unos miles de descontentos en otoño, cuando en cualquier fin de semana unos centenares de empleados del aeropuerto han dar entrada o salida a bastantes más turistas veraneantes.
Que tengamos que soportar estas oleadas de turistas en verano ya es algo que va incluido en el sueldo. Y en otoño nos tendremos que ir acostumbrando porque ya hemos adoptado la sonora costumbre argentina de la cacerolada.
No nos pilla de improviso, tampoco, porque en tiempos no muy lejanos, los ibicencos solían practicar la cruel ceremonia de la cencerrada contra algún desgraciado que tenía que soportarla. Aquella costumbre nocturna y alevosa fue prohibida por Carlos III, pero seguramente nos ha quedado la querencia por los cencerros, las perolas y las cacerolas abolladas.
Menos mal que otoño nos abre algunas brechas de vacío para ir dejando atrás las aglomeraciones. Para unos será la montaña, en la que hay que andar precavido, porque ahora es una selva en la que prende el fuego en el menor descuido. También puede ocurrir que te salga un señor alemán cabreado, cerrándote el paso con una alambrada metálica.
No sé a ustedes, pero a mí me da la impresión de que Ibiza ha cambiado mucho.
Para los que prefieren los espacios abiertos para reconciliarse con la Humanidad, en vez de encerrarse en el despacho de una psiquiatra argentina que no te permite fumar, siempre nos quedará la línea de playa. Bueno, siempre no lo sé. Cualquier día cierran las playas o intentarán cobrarte entrada.
Mientras tanto, hay que aprovechar para pasearse la playa d´en Bossa hasta la torre, antes de que levanten un Ibivegas que hará poco aconsejable el relax sobre la arena en la vera del mar.
Y ya en el mar, ha llegado el momento de bañarse en otoño y en invierno. Las aguas están calentitas del abrumador verano. Y si no, ya te calentarán las picaduras de las medusas, tan omnipresentes durante todo el año. Son muy bonitas.
Pero todo va bien. Cualquiera soporta la picadura de un born o de varios. Los días son maravillosos, sigue haciendo sol y calor. Terminó la enojosa presencia de los alocados turistas y si piensas bien sobre la situación el único peligro que te acecha es un tiburón. Pero algún tiburón que llega muerto a las costas de Ibiza o de Formentera.