miércoles, octubre 23, 2013

La reacción de Formentera


Formentera es una isla diminuta y esto es una debilidad, pero en esta misma misma radica su fortaleza. Ningún destino turístico que reciba extranjeros –la costa mediterránea, básicamente– puede presumir del liderato español en la temporada veraniega de 2013, pues es sabido que nuestro país está hundido en una crisis prolongada de la que no conseguimos salir.
La recesión no ha impedido que el número de turistas españoles haya batido a los italianos, los primeros y casi únicos visitantes de Formentera en los últimos lustros. Este hecho lo pagaron caro sus empresarios en 2012 al darse cuenta en plena temporada que la isla no conseguía los buenos resultados de siempre: fallaba Italia, que a su vez estaba y está sumida en una situación tan alarmante como la española.
Una vez tomada buena nota, los formenterenses se armaron de folletos, películas, reportajes, ferias y actos para recuperar la fidelidad hispana, siempre tan próxima. Formentera tiene una imagen relativamente desvinculada de Ibiza en la península. Muchos creen, por desgracia erróneamente, que Formentera es un paraíso salvaje apartado de la insoportable Ibiza. Pero muy cerca, a tiro de avión y ferry.
Durante los dos meses de verano, Formentera ya no es ningún paraíso aislado. En algunos puntos cuesta diferenciarla de Ibiza o de Mallorca, pero es el tributo que se ha de pagar si se quiere operar con turismo de masas.
La buena noticia existe: Formentera ha conseguido sustituir al turista italiano por el español y no han perdido la vida ni la imagen en el intento. Siguen viniendo italianos, pero han dejado la primera posición. Ganan los españoles.
Aparte de la actitud y las capacidades de los responsables turísticos, esto se ha podido lograr gracias a las reducidísimas dimensiones de Formentera. Mallorca y Menorca no han conseguido tal eficacia jamás, ni Ibiza tampoco. Pero Formentera, moviendo unos miles de turistas, ya equilibra su oferta.
Su fuerza está en su situación de debilidad, conviene no olvidarlo, porque este principio actúa en lo positivo, pero también en lo negativo: es mucho más fácil destruir el equilibrio en una islita como Formentera. Ellos ya lo saben.
Otro tema que lleva de cabeza a muchos propietarios y vecinos de estas islas es el alquiler de pisos particulares en zonas residenciales a los desmadrados turistas. La respuesta parece obvia: no hay quien les soporte.
Son actividades ruidosas, molestas y en algún caso peligrosas. Pero claro, hay gente que opina lo contrario. Son los que siguen pensando que en las Pitiusas todo vale. Los residentes tenemos la obligación de ser amables con los turistas, no de entregarles nuestra vida las 24 horas.