sábado, abril 06, 2013

Promoción y burla

El discontinuo territorial de la provincia de Baleares inutiliza en la práctica cualquier política distributiva que sería correcta virtualmente o en una provincia continental

La promoción de las Baleares es eficaz y produce frutos, sobre todo para Mallorca. Si yo fuera un político mallorquín, no soltaría ni un euro a Menorca ni a Ibiza, y más viendo la acomodaticia complicidad de los políticos ibicencos, siempre dispuestos a hacer un gran esfuerzo para dejar las cosas como están, no sea que vayan a empeorar. No es un sarcasmo, sino una constatación comprobable a la luz de experiencias pasadas con el Pacte y el PSOE. Los cambios no siempre resultan provechosos ni nacen como fruto de una reflexión colectiva.
Además, como estos políticos en general suelen ser de muy baja categoría, al descubrir que sus cambios no funcionan o, aún peor, que son muy desacertados, jamás corregirán. Esto sería aceptar un error. Nunca lo hicieron y nunca lo harán: solo cuando el desastre más expeditivo y cruel consumó la tragedia, los votantes les echaron –con muy buen criterio– de unas poltronas que exigen responsabilidades que estos sujetos están muy lejos de poder asumir.
No conozco la estructura ni el funcionamiento de la conselleria del ramo, de las empresas ni de los contratados en materia de promoción turística a nivel balear. Pero desde fuera no puede decirse que esté mal dirigida, pues de ser así, los daños o la ausencia de resultados afectaría a todo el archipiélago y no es el caso. A quien afectan, según todos los indicios y testimonios, es a Ibiza y Formentera. Parece ser que también a Cabrera y a Menorca, y digo Cabrera con toda la intención.
Cabrera es el quinto elemento mágico. La quinta isla no es Palma de Mallorca, que no tiene nada de isla, sino de rampa de lanzamiento y de unión de toda Mallorca, sino Cabrera, una joya natural, conservada gracias a su pertenencia al ejército español.
Uno imagina que el dinero de la promoción turística se constituye en fondo común y a partir de algún criterio, que nadie conoce y que seguramente decide algún técnico según sus simpatías y fobias, se programan las actuaciones de fomento para todas las islas.
Partiendo de tan frágil andamiaje es tan fácil equivocarse como, en caso de hacerlo, dejar las cosas como están, en el pudridero de los políticos golosos y mediocres.
Este método quizás pudiera considerarse más o menos proporcional, por lo tanto, con cierta dosis de justicia distributiva. Pero no lo es, y casi es todo lo contrario, al no tener en cuenta algo tan incontrovertible como nuestro discontinuo territorial.
Casi sonrojan las declaraciones de Bauzá al celebrar el aumento del turismo alemán a Baleares, pues bien sabe él que, a estos efectos, Baleares no existe. Los políticos y los operadores turísticos han formado una pinza para optimizar gastos, lo cual se traduce en una sobreutilización de las instalaciones mallorquinas y en un olvido casi total del aeropuerto de Ibiza, que llenaría las Pitiusas del apetitoso turismo germano.
Así que antes de inventarse islas, como Sancho Panza, más valiera la buena gobernanza en las que ya existen.