sábado, abril 30, 2016

Peñas arriba, peñas abajo



Comprendo que una decena de casas en la Peña no es un problema que afecte a la ONU ni al decurso de la guerra de Siria, pero es una situación prolongada en el tiempo que lejos de calificar a unos clanes de gitanos, casi nos dicen mucho más de la clase política de Ibiza.
El deterioro del barrio marinero por excelencia –junto con la Marina– es ya casi un símbolo suburbial que se puede entender en grandes núcleos con millones de habitantes, pero no en el centro de nuestra coqueta y minúscula ciudad, en el corazón de la villa, en una de las zonas más genuinas y apreciadas históricamente por los visitantes y por los fotógrafos.
Parece que estamos en buen camino para su recuperación, mejora y preservación definitiva. No lo sé, pero en principio soy escéptico. Y los moradores –okupas ilegales o no– no lo pondrán fácil, pues tienen allí lo que según vox populi es su medio de vida habitual. Y soy escéptico porque alguien se lo ha estado permitiendo o tolerando, al menos desde 1971, cuando llegaron de Baza dos familias de gitanos, de la mano del Padre José, de la parroquia de San Telmo.
Si el actual alcalde es capaz de sostenella y no enmendalla, encontrará la máxima colaboración de todos, porque a todos afecta de alguna manera y a todos nos beneficiaría una limpieza, en el sentido estricto, en el moral y en el sanitario.
Por mucho que presionen para obtener privilegios administrativos y económicos, al rebufo de un victimismo que ya no cuela ante ninguna instancia, no han de obtener ventajas. Solo las ayudas que como ciudadanos de Ibiza merezcan en un momento puntual.
Siempre me ha parecido repugnante la discriminación. Pero también me parece injusta y peligrosa la discriminación positiva, tanto la ejerzan los incansables catalanistas como cuanto la practique una minoría que hace sobreesfuerzos humanos para mantenerse en su gueto, con lo cual saca varias ventajas.
Ni un privilegio para nadie, ni los que quieren copar la educación en su inmersión ilegal (hay más de 20 sentencias al respecto) ni para aquellos grupúsculos que busquen inspirar lástima con delirios y exigencias fuera de órbita.

Además, ellos ya son ibicencos, y en Ibiza nos conocemos todos, así que menos historias y menos películas: todo aquel gitano que ha querido integrarse en la sociedad, lo ha hecho perfectamente, como tiene que ser. Quien no quiera adaptarse, tiene las puertas y los puertos abiertos para irse.