sábado, abril 23, 2016

Donde siempre no podrá ser

Lo venden como playas paradisíacas casi solitarias, pero... el pasado ya pasó
On sempre, donde siempre, o ´Formentera importa´ son lemas muy bonitos que ya no sirven para nada. Yo quiero vender mis solares pero que todo siga como siempre y que me dejen tranquilo, quiero que vengan tres millones de jóvenes calenturientos y drogados, pero que todo sea como siempre. Quiero que vengan cada vez más yates y que aparquen cada día más apretujados, pero yo quiero bajar de la barca de siempre y quiero señalar algo muy claro: no hace falta que me pongan una alfombra roja. Me basta con que sea on sempre y com sempre. Ya no podrá ser. On sempre ya no existe. Donde siempre solo está el pasado, y el pasado ya pasó.
Les ocurre igual a estos nuevos residentes que se compran una casa en las bucólicas campiñas verdes aureoladas en primavera con las sangrantes amapolas y llaman a la prensa especializada –decoración y estilo– para que les haga un reportaje y les revalorice su posesión rural. Solo que en el reportaje no cuentan que se oyen las conmovedores explosiones de dinamita de alguna cantera cercana, o las emanaciones tóxicas de algún vertedero, o las pestilencias sordas e incansables de las trituradoras de roca y las fábricas de cemento o de alquitrán. O habrá una hedionda depuradora cercana, quizás un cementerio, puede que una ruidosa planta desalinizadora no muy lejos.
Si están en la costa podrán aprovechar los nutritivas algas que colorean las aguas de la costa, por un exceso de nutrientes. En el interior quizás encuentren una hermosa casa payesa por un saco de millones, pero es probable –no se puede asegurar– que algún domingo les caigan algunos balines de los cartuchos que disparan los cazadores que aún creen que Ibiza es un coto de caza y que en esta isla cabe todo el mundo. No. Ya no cabemos todos. No cabe casi nadie y nada será nunca jamás como todo fue alguna vez.
Recordad a Boabdil, cuando perdió Granada y su madre le reprendió con dureza. ¿Recordáis lo que le dijo? Pues eso es lo que ya ocurre en Ibiza. Y en Formentera. El éxito nos ha neutralizado. Liquidados. 
¿Por qué tienen tanto éxito los libros de fotos antiguas o las páginas de Facebook que editan las viejas postales y las fotos antiguas de las Pitiusas? Miles de formenterenses y de ibicencos las degustan con un ataque de nostalgia aguda. Porque estamos enfermos. Enfermos de nostalgia. Los más sensibles o los más informados ya saben que nuestro Archipiélago ha cambiado mucho y demasiado rápido. Por eso, nada está en su sitio de antes. No existe ya el on sempre. Lo sabemos, somos conscientes y nos produce una sensación de desasosiego o algo peor.