miércoles, marzo 09, 2016

Tolerancia cero con los derroches

Premiar a todos es no premiar a nadie

La transparencia de las instituciones no es una dádiva que el equipo gobernante ofrece generosamente a la oposición. Es una obligación contable y un derecho ante la ciudadanía expoliada por una presión fiscal inhumana. Es irritante la argumentación de que la anterior alcaldesa tampoco era transparente. Los concejales de la oposición tienen obligación de velar por la limpieza de los procesos de selección y de contratas.
A estas alturas negarse a la transparencia ya no saldrá gratis a nadie, pero mucho menos a los que pagamos impuestos para mantener equipos municipales cuya necesidad es muy discutible y cuyos rendimientos son casi una burla al ciudadano.
El Ayuntamiento de Ibiza es un mal ejemplo en mucho de lo que hace, al menos lo que trasciende al público. No quiero ni pensar cómo se estarán haciendo las cosas donde no llega la linterna de la oposición y de la prensa.
Es inaceptable que toda una vicepresidenta del Consell Insular de Ibiza acuda a recibir premios o dedales de falso oro de manos de falsos condes en veladas disparatadas. Y otras muchas zarandajas por el estilo.
Ya hacemos bastante el ridículo cuando pretendemos realizar nuestras tareas con toda seriedad. No añadamos más banalidades. Al Consell o a los ayuntamientos se va a trabajar, no a colocar a los primos o a los cuñados o a darse festines de púrpura en viajes y misiones que no tienen ninguna rentabilidad social, política ni turística.
Que después no sepan ofrecer una versión convincente de los gastos ya es algo que clama al cielo. Me refiero no al montante del dinero derrochado, sino a la exigencia de ejemplaridad que todo cargo público lleva implícita y más si es una vicepresidenta.
En otro registro de parecida irresponsabilidad se podría colocar al alcalde Ibiza, escaqueándose de algunos ritos religiosos que concitan la presencia y el respeto de todos los ibicencos. El alcalde representa a todos y debe obviar a consejeros sectarios que le comen la oreja.
Me he reprimido hasta ahora en estas nimiedades y en otras áreas más gruesas, esperando que la prudencia vaya supliendo a la inexperiencia. Pero no observo progresos. Es mejor corregir aquello que sabemos desacertado, porque en muchas otras cosas no tendremos la oportunidad de hacerlo: cuando llueven los errores lo hace a cántaros. Y no se preocupen, siempre estaremos a tiempo de hacer las cosas mal. No tengan tanta prisa.
Otro matiz que quiero señalar y ya no me queda espacio para desarrollar: los errores, incluso en temas de protocolo, suelen costar mucho dinero al contribuyente. Por ejemplo, las demandas que llegarán por la moratoria, como ha ocurrido en Canarias. Por lo demás, tómenlo como una opinión, con mi respeto añadido a las personas y a los cargos. Pero si deben y pueden corregir su conducta, háganlo por el bien de todos. Vamos en el mismo barco.