miércoles, noviembre 05, 2014

Ibiza no es el centro del mundo


Cada vez que paso unos días en Ibiza acabo con una sensación desoladora, que me van confirmando a lo largo del año noticias, comentarios y algunas informaciones. Me refiero al ambiente artístico, al nivel del arte y a la actividad de los creadores en general. Hablando con pintores y músicos uno podría llegar a la conclusión de que vivimos en el centro de la Patagonia, aislados en un cosmos cerrado. Esto es Ibiza en realidad, una isla. Aislamiento. Basta ver las dificultades invernales para entrar y salir para sentirlo en propia piel.
¿Es real esta sensación de inactividad, de crisis permanente, de cierre definitivo? Yo diría que no, al menos durante medio año. Hay festivales –¿o es en singular?– y hay muchos eventos, pero quedan engullidos dentro de las fastidiosas tareas de marketing de las discotecas. Algunas despliegan una originalidad explosiva, pero es solo hasta cierto punto. Como se apaga un cohete, repentinamente, todo vuelve a su cauce y no queda nada en Ibiza de los festivos y ruidosos espectáculos, concebidos como una manifestación lúdica efímera, para ser consumida y consumada sobre la marcha.
Sí, quizás Ibiza sea un happenning continuo durante tres meses. Acabado octubre no queda ni una rata. Los miles de residentes fijos y unos cuantos centenares que han quedado colgados y necesitarán asistencia, desde la cabeza a los pies.
En verano hay eventos, citas, inauguraciones diarias, pero todo responde a una espíritu de convocatoria publicitaria: los pintores cuelgan sus dibujos sin marco en cualquier bar y les gusta hacerlo, pero saben bien que no llegarán a colgarlos en una galería importante. De este chisporroteo de músicas de mil razas y ruidos de mil rabias, solo nos queda un inmenso dolor de cabeza. ¿Esto es cultura? Bueno, esto es showbiz, espectáculo. Ya sabemos que el show must go on, debe continuar las 24/7 horas, por muchos caledonios que se hayan estrellado sobre el encimentado de la piscina del hotel. La pela es la pela.
Pero esto tiene poco que ver con la cultura. A lo máximo que podemos aspirar en Ibiza es que quede algún euro en la caja. No me extraña que la saxofonista vienesa residente en Ibiza desde 2003 Muriel Grossman lo tenga asumido. «La cultura musical en Ibiza es muy pobre» (Diario, 12.08.2014). Paupérrima. Incluso si nos comparamos con cualquier pueblecito de Extremadura o de Valencia, donde en su mayoría estudian solfeo y aprenden un instrumento, en Ibiza y Formentera estamos muy lejos de ser una sociedad culta en arte, literatura y música. Y hemos reculado. Que tanto salir en la telebasura no nos confunda: Ibiza no es Viena, Berlín ni NY. Ibiza no es el centro del mundo. Pero tenemos sol y mar, de momento.