miércoles, diciembre 31, 2008

Hábleme lindo por favor

Fiestas pastosas, untuosas como el hablar de Bono, tilín navideño, coñazo inmenso y peligroso. Por eso, en haciendo uso de la experiencia, ya no muevo el esqueleto. Se viajará después, entre fiesta y fiesta.
Aprovecho para ojear la prensa, o sea el Diario de Ibiza, y me reencuentro con joyas que había olvidado.
¿Puede ser cierto que las compañías aéreas de low-cost transportaran ya a nuestra isla el 43 por ciento de los turistas desde mayo hasta septiembre?
Pues bingo, a quienes auguramos un cambio de estilo del turismo. Hay que renovarse y lo hago: ha bajado muchísimo el petróleo, y esto es una buena noticia para Ibiza y para el precio de los billetes. Que conste que lo digo en diciembre.
¿Polémicas catalán-castellano? Ni una por favor, estamos en Ibiza. Puede hablar en castellano tranquilamente, ya sólo faltaría tener que estar sujetos permanentemente a la vigilancia boba de estos comisarios gratuitos que se pasan el día controlando al prójimo.
Y además, el castellano es una lengua propia de Ibiza, es oficial, y lo ha sido siempre, desde que existe, sobre todo en la ciudad y en los núcleos urbanos del resto de la isla. ¿Para qué andar discutiendo? Todo el mundo habla el castellano o español.
Dentro de diez años no lo sé, pero me temo que se hablará cada vez más el idioma de Cervantes, de Quevedo, de Unamuno, de Josep Pla y de Mariano Planells (aunque yo estoy mirando cómo aprender el arameo de Maalula, que es un derivado fenicio…).
Esto era uno de los idiomas de Cristo el Nazareno, o sea un idioma que se habló en Ibiza durante cientos de años y del cual han tenido que quedar numerosas palabras en nuestro sustrato, en fin, es un suponer.
Muchos hablan todavía del auto-odio. ¿Qué es el auto-odio? Algunos catalanes son españoles pero odian lo español, por lo tanto se odian a sí mismos. No es ningún disparate.
Me parecen muy desagradables (ya ni hablo de legalidad ni de educación) estos personajes que van a los hospitales u a otro sitio a incordiar y a provocar situaciones que después son repetidas durante años en el Diari.
Qué pesados estos catalanistas. Los ibicencos nunca hemos sido así.
Pero los ibicencos de hoy ya no sé cómo son.
Comprendo la sorpresa y la indignación de los hoteleros de Ibiza cuando se dieron cuenta de la maniobra mallorquina de considerar a Palma como la quinta isla. ¿Y por qué no Sa Pobla o Montuiri?
Todo esto, las diatribas del mangoneo promocional turístico y gran parte del catalanismo incordiante, no parecen más que tácticas para arañar dinero del presupuesto común y tratar de vivir del cuento o de algo muy parecido.