domingo, marzo 11, 2018

La inmersión ha fracasado

Francina Armengol, perdedora en las elecciones, agrupó a todos los perdedores para dinamitar el turismo, la convivencia y el idioma oficial de Baleares, regando con cuantiosas subvenciones a la Obra Cultural Balear y a otros grupos cazasubvenciones. Introdujo la inmersión.

A muchos profesores les avergüenza tener que sufrir la inmersión y aplicarla sobre niños inocentes, que así ven ensombrecido su futuro inmediato al desconocer el idioma español con cierta soltura y profundidad. La inmersión es cosa de menesterosos, de pobres de solemnidad: pobre entras en el centro y pobre saldrás, porque el mecanismo de la cultura como ascensor social queda anulado de antemano.
Quizás sea muy útil para lo que los mandarines ideólogos del catalanismo llaman ‘preservar la identidad nacional’. Pero lo dudo. Quien ha sido forzado a estudiar y memorizar en una lengua extraña -intrusa en Valencia y Baleares, pues desactiva las formas locales del idioma para sustituirlas por las limosinas o barcelonesas- no tarda en deshacerse de la imposición. Ya lo han observado con alarma los estudiosos: los alumnos sumergidos en el catalán dejan de emplearlo apenas pisan el patio de recreo. Usan otros idiomas, más interiorizados o con mayor alcance.
Difícilmente creará cohesión social, que es otro de sus argumentos. Si se tratara de esto ¿no sería mejor crear una cohesión a nivel español, elevando las pretensiones? Poca cohesión se alcanzará obligando a una regresión aldeana a la tribu nativa, por mucho que los niños lo aprendan todo. No será suficiente y por esto la inmersión es un experimento de ingeniería social destinado al fracaso. De hecho ya ha fracasado.
Llevan cantidades astronómicas derrochadas durante más tiempo del que duró el franquismo y no aumenta el número de hablantes en catalán y mucho menos de votantes.
Fracaso absoluto, pero mientras les llegue el dinero a chorros seguirán contratando a más profesores, asesorías, ediciones de libros que nadie abre, para insistir en el error. Un error que nos sale carísimo, un despilfarro que ya no podemos sostener por más tiempo.
Una pena, pues el catalán tenía y supongo sigue teniendo un sitio al lado del español, el idioma del Estado común a todos, un idioma hermoso y rentable. Y junto al inglés, francés o alemán. Los ricachones lo saben y huyen de la inmersión como de la peste.