sábado, octubre 31, 2015

Extranjeros en nuestra propia casa

Foto rumbonorte.es


La especulación es como la radiactividad: existe de forma permanente e incesante y además es invisible. El adanismo de los podemitas piensa que toda especulación es mala por definición y esto no siempre es así. Me quedé cavilando ante su pregunta al Govern balear, o sea al nuestro: ¿Cómo van a detener la especulación ejercida sobre el islote de s´Espalmador, puesto a la venta por 24 millones de euros?
Con los diferentes grados de protección vigentes que lo blindan ahora es prácticamente imposible edificar nada, pero después me acordé de Tagomago y crecieron mis dudas. De todas formas, la enumeración de las figuras jurídicas y un párrafo del editorial del Diario del 25 de octubre 2015 lo dejan bastante claro:
 «La responsabilidad fundamental de las instituciones públicas no es lograr a toda costa la titularidad de s´Espalmador, sino garantizar su preservación y hacer que sus valores ecológicos se mantengan intactos, y para eso no son necesarios los títulos de propiedad del islote sino una política adecuada, con restricciones estrictas, vigilancia eficaz para evitar abusos y buena gestión de los instrumentos legales de protección y de las zonas de dominio público litoral».
En suma, ni el Govern ni el Ayuntamiento de Formentera disponen de una cantidad semejante para destinarla a comprarla en propiedad. Tampoco es necesario. La Administración dispone de una batería impresionante para bloquear cualquier iniciativa urbanística o turística, tipo excursiones masivas, como ya es el caso hoy en día. Suponiendo que todos cumplan con su obligación legal. Los nietos de aquel señor Cinnamond, de Barcelona, que la compró por 42.500 pesetas al señor Carlos Tur Roig en 1932, la quieren vender ahora por 24 millones de euros, un precio excesivo en función de las actuales posibilidades de explotación. Ellos verán.
Quienes no pudieron ver Tagomago fueron los casi cien excursionistas de San Carlos que pretendieron organizar una jornada en el islote donde antaño se criaban los halcones salvajes y no obtuvieron permiso. Por lo visto, la autoridad en la materia entiende que unas docenas de pacíficos y silenciosos caminantes son más corrosivos que los vuelos descontrolados de los helicópteros durante todo el año. Y que las ruidosas lanchas que juegan sus acrobacias en plena zona reservada. A veces los viejos corsarios de Ibiza, los reminiscentes fenicios nos sentimos extraños en nuestra propia casa.
«Toni, mengem-nos sa truja que la fi del món vendrà i sa truja quedarà». Traducido: a veces vale más pedir perdón que pedir permiso.