sábado, febrero 01, 2014

Pocos motivos para el orgullo en las escuelas


 De vez en cuando hay alguna carta o artículo en este Diario escrita por algún profesor, siempre de la misma rama, contra el TIL, contra Bauzá y obviamente a favor de la ilegal inmersión lingüística. La última de ellas ha cosechado más de mil ´megusta´ en Facebook, lo cual es llamativo.
Que un artículo de opinión sea votado por 20 o 200 lectores, sin ser habitual, no es extraño. Es obvio que han reunido a los mil anti-TIL y se han movilizado en plena colaboración corporativa. El estilo del artículo es muy llano, como si la hubiera escrito alguien que está aprendiendo este catalán normativo y arcaico que tan poco entusiasmo levanta. La primera frase ya sienta las bases: «Yo soy maestro de escuela y estoy muy orgulloso de serlo». Nada que objetar. Yo no soy maestro de escuela y no estoy orgulloso de no serlo.
Todo el artículo reúne un voluntarista compendio de razonamientos exculpatorios y justificativos que deben necesitar como agua de mayo muchos de estos profesores en estos momentos, pero dudo que sean muy convincentes, máxime conociendo los baremos de capacidad de nuestros estudiantes baleáricos, tanto en el informe PISA como en otros varios métodos de evaluación. O la sentencia de la lógica que nos explica que ´cuando un alumno suspende, fíjate en el alumno; cuando suspende toda la clase, fíjate en el profesor´. Que conste que todo el mundo tiene derecho a la defensa, pero a la vista de los resultados, si yo fuera profesor no perdería el tiempo hinchándome de orgullo ni autosatisfacción y me pondría a estudiar y a analizar muy seriamente las posibles causas de la estrepitosa situación académica de los estudiantes baleares, en especial los de Ibiza, en vez de pasarme la vida obstruyendo las medidas de la consejería de Educación.
Sin duda, la aplicación del inglés es materia que se tiene que replantear, introducirla progresivamente y actuar en función de las posibilidades.
Todo esto ya lo ha dicho mil veces la consejería. Si los profesores díscolos ­­–no todos, no siempre– abandonaran esta postura negativa, de oposición y revuelta permanentes y pusieran más voluntad de su parte, el inglés se iría introduciendo y las unidades didácticas irían perfilándose con ostensible eficacia. No se preocupen, no ocurrirá, seguirán presionando en registro político lo que no saben mejorar en registro académico. Pero debieran ponerse a construir, si es verdad que aman tanto a su profesión y a los alumnos. Más hechos y menos palabritas.
Más trabajo curricular y menos recortar cartulinas con picassianas palomas de la paz con la banderita catalana, fiestorros, carnavales y puñetas similares que ­–a la vista de los resultados– no sirven para gran cosa. El mismo día que este profesor se sumía en un baño de autosatisfacción, salía publicado que «los estudiantes de Baleares son los que tienen menor esperanza de vida escolar» de toda España, bastante por debajo de la media. Quien quiera dedicarse al sindicalismo, puede. Quien quiera expresarse en la política, allá él. Pero en las escuelas de Baleares yo no permitiría ni un devaneo ni una tontería más, siempre dentro de la ley. Pero la aplicaría. Ya no nos cabe ni un fracaso más. Tenemos casi todos los récords negativos.