sábado, junio 08, 2013

El turista secuestrado

La hostelería es un buen trabajo, pero lo que de verdad deja negocio es el secuestro. Secuestrar a los turistas es la nueva modalidad de Ibiza y todo comenzó por aquella sencilla frase de tiempos de Pedro Palau: «En Ibiza a veces también se duerme». Esta es la clave: si controlas el circuito de sueño de una persona puede decirse que eres el amo de su voluntad y de su bolsillo.
No hace falta decir que todo es legal. Antaño, el turista era un ave diurna, pero en algún momento a principios de los 80, alguien decidió que esta actividad no tenía porque quedar en manos de los chiringuitos de playa y de los hamaqueros en exclusiva, así que convirtieron al pájaro en nocturno: cambiado el ciclo del sueño, cambiamos el ciclo económico y ya de paso lo cambiamos de manos.
No era suficiente, porque incluso de noche los turistas tienen la manía de variar de sitio, de costumbres. Así que ya en el avión comienzan a macerarlo en alcohol para secuestrarlo, para secuestrar su voluntad. Música estratosférica en las alturas y música en le mismo aeropuerto de Ibiza. Sigue el riego, ya sabes, es cosa del riego. Pero en Ibiza no somos esclavistas, bueno, no lo parecemos. Quiero decir que una vez en el suelo, el pobre turista todavía podría tener alguna opción a la fuga, esconderse en el bosque y relajarse durante quince días, como hacían los negros esclavos cimarrones en Cuba, Venezuela o Ecuador. Pocos lo conseguirán. De hecho un guía tan capaz como un capataz les espera con un transporte musicalizado para conducirles a una urbanización o a un hotel con el ´todo incluido´. Ya no les digo más. Estos seres ya vienen medio cocidos y nada más llegar les atarán una pulsera -parecida a la que usan ciertos presos en vigilancia durante el período de libertad condicional- que les identifica como beneficiarios de todos los honores posibles.
Por lo general de ingestión oral y con base líquida. Olvidaos, por lo tanto de los afortunados que lo llevan todo incluido: nadie sabrá de ellos, apenas saldrán, no comprarán fuera, no existen. Si vinieron, solo dejaron la huella del gasto energético y de la basura.¿Y los demás, y el resto de los dos millones de visitantes? Es posible que alguno llegue a alquilar un vehículo y que pueda comerse una paella en algún restaurante de la isla. No está asegurado. De todas formas, durante 3 meses hay gente para todos los gustos o esto parece. Ahora, para equilibrar la balanza, una gran mayoría de turistas apresados acabarán en alguna discoteca.
No les digo más: la consumación ritual y la conversión del pichón diurno en búho de la noche. El turista secuestrado nocturno se lo pasa bien.¿Se acabó el programa de festejos? Qué va, ahora han importado una veintena de barcos que no servían para casi nada, los han atiborrado de despistados, les cobran unos 60 euros y les permiten beber toda la cerveza que quieran. Del hotel todo incluido no salen, de la discoteca que les ha metido un clavo para entrar no salen, del party boat no escapan. Y se van de Ibiza, cocidos perdidos, diciendo a sus amigos que han estado en la isla de la libertad, uauuuu, donde puedes hacer lo que quieras.
Diario de Ibiza